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El doble comenzar: La revolución

"Señoras y señores, vuelvo a la idea de una autobiografía radical y recuerdo el pathos propio del que está capacitado para llevar una vida totalmente propia, incluso a pesar de sus oscuras marcas del comienzo. Quien tiene buenas razones para empezar consigo mismo desde el comienzo más radical, no se puede tampoco dejar desmoralizar por la dificultad que supone abrir las primeras páginas del libro de nuestra propia vida. ¿No es el el olvido del nacimiento como tal, fenómeno que determina casi todas las formas de autoconciencia que han aparecido de forma tan natural, un hecho que tendría que darnos mucho que pensar?"
De "Venir al mundo, venir al lenguaje" Por P. Sloterdijk

Una cosa muy sencilla hemos descubierto de entre las poéticas pero complejas reflexiones de Sloterdijk, y es el hecho de que el comienzo del ser y el comienzo del lenguaje no coinciden en ninguna circunstancia, que cuando el ser del lenguaje comienza el otro ya estaba allí, objeto (ob-jectum: lo arrojado fuera, lo externo) de otras miradas, otras manos, otras palabras, que le orientan (o desorientan), pero sobre todo le inscriben con caracteres indelebles en una vida, en una historia, en una  tradición... y porque las tradiciones también pueden ser unas madrastras, los hombres se subjetivan (sub-jectum: lo arrojado debajo, lo interno) una y otra vez, en individualidades o en colectividades, recreando el pathos propio del comenzar de nuevo, con una voluntad decidida de autofundamentación, de autorrealización, de autodeterminación, ávidos de liberarse de las antiguas transmisiones de poder fraguadas en la noche infantil de nuestra ausencia.

Señoras y señores, con estas reflexiones quisiera dar a entender que uno tiene que tener buenas razones para emprender el experimento radical autobiográfico del comenzar de nuevo en el comienzo radical. Con la mera curiosidad o por simple motivos académicos no se llega muy lejos en una expedición de este tipo. Sólo cuando fracasa una forma de vida, cuando una tradición envenenada resulta ya insoportable para una conciencia individual, cuando irrumpe una voluntad deseosa de romper el círculo vicioso  den el que ya se encuentra y arrancarse de una tradición de destrucción familiar y nacional, entonces el pathos del comenzar se convierte en una pasión real. Saber si todo esto puede conducir a resultados válidos, es una cuestión que dejo abierta.... La prueba de que existen esta voluntad y esta fe nos la brindan algunos de los fenómenos más importantes de la cultura humana; las religiones con su promesa de renacimiento; la poesía con su compromiso de buscar mejores mundos al lado del malo ya real; las terapias, prometiéndonos la posibilidade comenzar de nuevo nuestras vidas; y la filosofía originaria, con su propósito de aliviar a las almas pensantes por su despedida de esas opiniones previas desfiguradas y a la luz de reflexiones verdaderas llevarlas de nuevo al mundo. La religión, la poesía, la terapia, y con algunas limitaciones, la filosofía son vistas en general como instituciones constantes de las grandes culturas. Gracias a su obstinado retorno, ellas demuestran que innumerables hombres desde hace milenios han conocido la razón mas poderosa para exigir nuevos comienzos radicales de la vida"
(De la obra citada)

Es de sobras conocido que mi blog está inscrito en una de esas instituciones de que habla Sloterdijk, la filosofía, de obstinado retorno, en un optimista y esforzado deseo de apostar por todos los renacimientos posibles, en la linea (perdoname Sócrates) de mi más admirado filósofo, el del arte de la comadrona- la vida es hermenéutica os decía la semana pasada- heredado de su madre y trasladado a su mayéutica. Con él, y de nuevo gracias a Sloterdijk, seguiré en la próxima entrada. Esdedesear

La laguna de la memoria

"Nuestra vida, en el caso de que sea un libro, no puede ser en ningún caso un libro infinito, ya que sabemos  que la vida con la que hemos de vérnoslas empieza con la concepción o el nacimiento y termina con la muerte.... Sin embargo, si me invitaran a contar mi vida y empezar por el principio... me sentiría incapaz de hacerlo, pues, por raro que pueda sonar, esta historia mía empieza con mi ausencia, o dicho más prudentemente, con la ausencia de mi recuerdo y bajo la pérdida de mi conciencia de haber estado presente"
De "Venir al mundo, venir al lenguaje" Por P. Sloterdijk

Hablábamos antes de la dificultad que tiene el ser humano de poder referirse a sus comienzos reales y el asombro que, en un momento dado, puede producirnos que siempre lo hayamos hecho como si verdaderamente los conociéramos, sin darnos cuenta de que, durante ese lapsus de tiempo y de memoria, por la ausencia de nuestra conciencia, quizás puedan haberse tramado los mimbres fundamentales de nuestra historia personal, porque lo que para nosotros es totalmente invisible, es, sin embargo, absolutamente público para otros seres  que desde el primer instante nos dirigen sus miradas y sus palabras, nos hacen su objeto, nos enredan en su propia historia y apoyándonos en ella barruntamos un relato que consigue taponar esa laguna en la memoria que jamás conseguimos cerrar del todo. Por eso la vida es hermeneútica, tratamos de comprenderla, de comprendernos, de encontrarnos a nosotros mismos, los alienados de nuestros comienzos.

Y en ese afán hermenéutico que llena de ímpetuoso impulso revitalizador algún feliz momento de nuestra vida, puede ocurrirnos como a  Oblómov, el famoso protagonista de la obra del mismo nombre del escritor ruso Goncharov, discurrir cómo y por qué somos como somos, como hemos llegado hasta aqui.
"...Pero yo, yo.. no soy como otros" dijo con tristeza y quedó profundamente pensativo.Incluso sacó la cabeza de debajo de la manta.
    Había llegado uno de los momentos más claros y conscientes en la vida de Oblómov
    Sintió miedo cuando surgió en su mente la idea viva y clara del destino humano, de su finalidad, cuando la comparó con su propia vida, cuando volvieron a su memoria, unos tras otros, diversos hechos pasados aleteando medrosamente como pájaros asustados, que hubieran despertado de pronto por un rayo de sol.
   Sintió tristeza y dolor por su falta de preparación, por haber detenido el desarrollo de sus fuerzas morales, por su indolencia, que era la causa de todo; le roía la envida al pensar que otros llevaban una vida plena, y que él, como pesada piedra, yacía tirado en el estrecho y mísero sendero de su existencia.
   Despertaba en su tímido espíritu la amarga conciencia de que muchas facetas de su naturaleza seguían dormidas aún, que otras apenas sí habían despertado y que ninguna había alcanzado un desarrollo total.
   Sin embargo, tenía la dolorosa sensación de que estaba encerrado en él, como en una tumba, un principio noble, luminoso, que tal vez ya estuviera muerto ahora o que yacía, como el oro, en las entrañas de la tierra , esperando, hacía tiempo, a convertirse en moneda de uso.
  Ese tesoro estaba profunda y pesadamente cubierto por deshechos y basuras. Como si alguien hubiera robado y sepultado en su propia alma los tesoros donados por el mundo y la vida. Algo le hagía impedido lanzarse a la vida y volar por ella, desplegadas las velas de la inteligencia y la voluntad. Un enemigo oculto había frenado con mano de hierro su andadura, arrojándolo muy lejos del directo destino humano.
  Y, al parecer, ya no podría salir de esa salvaje y solitaria espesura para llegar a un sendero recto. El bosque lo rodeaba por todas partes y en su alma era aún mas enmarañado y tenebroso; el despertar de su conciencia era cada vez menos frecuente y sólo por un instante daban señales de vida sus dormidas fuerzas. Hacía tiempo que su pensamiento y su voluntad estaban paralizados y se diría que sin remedio.
Su actividad vital había disminuido hasta un grado microscópico, pero ni aún así era capaz de enfrentarse a los hechos; no era él quien pasaba de unos a otros, sino eran ellos lo que lo llevaban como de ola en ola; por sí solo no tenía fuerzas para oponer a unos una voluntad firme o bien dejarse llevar por la razón frente a los otros. Esta secreta confesión ante sí mismo le producía gran amargura. La inútiles lamentaciones por la vida pasada, los ardientes reproches de la conciencia le zaherían como agujas; procuraba con todas sus fuerzas librarse del peso de esos reproches, hallar algún culpable al margen de su propia persona para dirigir contra ella su filo. Pero ¿contra quien?
....No llegó, pues,a determinar la causa; la lengua y los labios se inmovilizaron de repente a medio decir y quedaron tal como estaban medio abiertos. En lugar de palabras se oyó un suspiro más y a continuación resonaron el el aire los ronquidos uniformes de una persona que duerme apaciblemente.
El sueño detuvo el indolente y lento fluir de sus pensamientos y lo trasladó de inmediato a otra época, lo situó entre otras gentes y en otro lugar, a donde nosotros, juntamente con los lectores, lo seguiremos en el capítulo siguiente"

No he podido desechar una sola palabra ni fragmento  de esta bellísima exposición del estado de ánimo de Oblomov cuando inicia un despertar de la conciencia que, aunque tarde, va a poner en marcha su segundo renacer. Perdonad la extensión y que no sea mía la reflexión. Lo escasa satisfacción que buscaba mi ego literario se está batiendo en retirada ante las palabras de los maestros.
El sueño de Oblómov será verdaderamente esclarecedor, quizás ya lo conozcais, o lo leais en adelante si os pica la curiosidad. Pero en mi próxima entrada hablaré de él como esdedesear.

Primer comienzo: La ausencia.

"El comienzo es cosa extraña. Si no reflexiono sobre ello, sé lo que es comenzar, pero si pienso en ello, entonces ya no lo sé."

Pues si, yo diría incluso que muy pocos se paran a pensar en cómo fueron sus comienzos y si lo hacen, es probable que los describan con sus primeros recuerdos, quizás añadan algunas historias sobre sí mismos que les hayan sido proporcionadas por sus padres o familiares, pero, aunque nadie lo pone en duda, lo cierto es que no podríamos contar nuestro comienzo real porque nuestro comienzo se inicia con una ausencia, la de nosotros mismos. Por supuesto que estamos allí, comenzando físicamente, pero de una forma en que jamás volveremos a estar, nuestra presencia ausente terminará en un plazo más o menos corto y ese estado de inocencia es el único que no podremos repetir. Dependiendo de nuestra capacidad para traer a la memoria las primeras vivencias conscientes el principio será más o menos lejano en el tiempo  y aún así no constituirá más que el inicio  de un relato interesado que llamaremos vida, y que sin dudarlo pensaremos que como tuvo un principio, tendrá un fin.

"Señoras y señores, imagínense que un buen día alguien llama a su puerta, que ustedes abren y entra un desconocido vestido de gris con una maleta en la mano, un hombre alto cuya apariencia refleja un tipo de pobreza decente. Si ustedes se imaginan vividamente una escena semejante, les podría pasar a partir de ahora lo que al narrador del inquietante cuento del "Libro de arena" de Jorge Luis Borges. Ese extraño, aparentemente un hombre escandinavo, se presenta como vendedor de biblias. Con motivo de una asociación de factores no aclarados, parece estar al corriente de que el anfitrión que le ha abierto la puerta de su casa en la calle Belgrano de Buenos Aires es un coleccionista de libros. El anfitrión aclara en seguida a su visitante que en realidad no son precisamente biblias lo que le hace falta. En realidad el ya posee muchas biblias inglesas, entre ellas la de John Wiclif, la de Cipriano de Valera, así como la Biblia de Lutero y un ejemplar de la Vulgata. El melancólico extraño calla durante un instante y replica que él no sólo vende biblias, y que puede mostrar al anfitrión otro libro sagrado que posiblemente suscitará su interés, una obra que ha comprado en los confines de Bikanir, en la India. De hecho, en el dorso del sorprendente y voluminoso libro se encuentran las palabras: Holy Writ, y sobre ellas el nombre de una ciudad: Bombay. El narrador abre el libro por un lugar arbitrario. La página del lado izquierdo lleva el número 40514, la página derecha que está al lado, en cambio, en número 999. Al pasar las páginas, se pone de manifiesto que el siguiente número de página se multiplica por ocho. El narrador cierra el libro y luego intenta abrirlo de nuevo en la misma página. En vano, las páginas que acababan de abrirse no se encuentran ahora, por mucho que él las pase una y otra vez. El vendedor de biblias le cuenta entonces en voz baja que él ha comprado semejante volumen en un pueblo de las llanuras a cambio de unas cuantas rupias y una Biblia. Su antiguo poseedor, un intocable que no sabía leer, le había dicho que este libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin. A continuación, señoras y señores, sigue el texto cuya historia quisiera que guardasen en su memoria. Escuchemos por unos momentos la voz del narrador citándolo directamente... "
De "Venir al mundo, venir al lenguaje" por P. Sloterdijk

Puede ser un buen momento para leer este cuento. Hasta pronto, esdedesear.