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Una miradita a la muerte (1)

"Pero no era sólo eso; ya no era únicamente la preocupación por el futuro de su hijo y de su casa lo que le atormentaba. Una inquietud nueva y de distinta índole se apoderó de él y puso en marcha sus cansados pensamientos... Porque, en cuanto el fin de sus días dejó de ser una realidad inevitable pero lejana, abstracta e irrelevante, para convertirse en algo inminente y tangible que requería una serie de preparativos inmediatos, el senador comenzó a reflexionar, a mirar en su interior, a investigar cuál era su situación ante el problema de la muerte, y ante las cuestiones trascendentes...., y ya tras las primeras indagaciones llegó a la conclusión de que su espíritu, aún en un estado de madurez incurable, no se hallaba en absoluto preparado para morir. La fe ciega, aquella profunda religiosidad casi rayana en el misticismo que su padre había sabido compatibilizar con un gran sentido práctico y que, más adelante, había cultivado su madre, siempre le había sido ajena. Durante toda su vida, más bien se había enfrentado a las preguntas primeras y últimas sobre la existencia con el escepticismo cosmopolita de su abuelo; no obstante, demasiado profundo, demasiado inteligente y demasiado necesitado de lo metafísico como para darse por satisfecho con la apacible superficialidad del anciano Johann Buddenbrook, había buscado la respuesta a los temas como la vida eterna y la inmortalidad en la historia y se había dicho siempre que él había vivido ya en sus antepasados y que seguiría viviendo en sus descendientes. Esta idea no sólo era acorde con su sentido de la familia y de la religiónen un sentido histórico, sino que también le haía reconfortado y alentadoen su actividad profesional, sus ambiciones y su forma de vida en general. Ahora, sin embargo, era evidente que, ante los cercanos y penetrantes ojos de la muerte, aquella idea se desmoronaba, y no proporcionaba ni siquiera una hora de sosiego y serena aceptación de lo que había de venir.

Aunque en algunos momentos de su vida Thomas Buddenbrook había coqueteado con cierta inclinación por el catolicismo, en lo más hondo de su ser estaba muy firmemente arraigado el sentido de la responsabilidad,-serio, riguroso hasta lo mortificante, implacable- de los más verdaderos y fervientes portestantes. No, ante lo último y lo más Alto, no cabía apoyo externo ninguno, ninguna mediación, absolución, paliación del dolor ni consuelo En completa soledad, con autonomía y por los propios medios era como había que desvelar el gran misterio y a través de una búsqueda realizada con suma diligencia y empeño, alcanzar un estado de claridad y disposición antes de que fuera demasiado tarde, o sucumbir a la desesperación... y Thomas Buddenbrook se alejó decepcionado y descorazonada de su único hijo, en quien había esperado seguir viviendo fuerte y, rejuvenecido, e, impaciente y atemorizado, comenzó a buscar esa verdad que debía de estar esperándole en alguna parte..."


De "Los Buddenbrook" por Thomas Mann.


Thomas Mann escribió esta novela con 25 años. ¡Huelgan los comentarios! Para los que la habeis leído sobran las palabras y para los que no, os la recomiendo fervientemente; pero éste no es el tema, me encamino hacia Schopenhauer, autor cuyo inestimable descubrimiento debo precisamente a Mann en un episodio que ya os conté el año pasado en una entrada de marzo que se llamaba ¡Éste eres tu!". Continuará. Esdedesear