Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Cruz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Cruz. Mostrar todas las entradas

La afición, esa transparencia.



"El tiempo había terminado enseñándome que no hay espejo más transparente que una página escrita. Es en ella donde queda testimoniada para siempre la verdad irreversible de su autor: su autenticidad si fue sincero y su falsedad si mintió. Ahí es donde los posibles lectores del hoy y del mañana lo sorprenden y lo juzgan, y es ahí donde él mismo, que se está buscando, acaba por encontrar una imagen semejante a él, o una ficción irremediablemente desfigurada.
Tendría, pues, que hacer todo lo posible para no dejar de mi una versión falsa, aunque fuese verosímil. Sabía que nadie es capaz de conocerse enteramente ni demostrarse enteramente. Somos animales miméticos que mediante su astucia y cobardía intrínseca se adaptan diariamente al color de las circunstancias; nos disfrazamos primero y nos analizamos después. Y además, nos torcemos en cuanto echamos raíz."
De "La Creación del mundo" por Miguel Torga

Cabe interrogarse acerca de cuales sean los motivos que nos apegan con un vínculo casi cercano al amoroso,  incluso más fiel,  a nuestras aficiones más queridas. Yo no lo he hecho nunca, tan natural me parecía. Es por eso por lo que  no lo hacemos, ni falta que hace,  porque las vivimos con la mayor naturalidad, son lo más incuestionable de nosotros mismos, forman parte del ser, no del pensar y por ello nunca las sometemos a esas dudas existenciales tan penosas que nos sacuden gran parte de nuestra vida del tipo:  ¿Quién soy?. Al menos, en cuestión de aficiones,  hay una respuesta "clara y distinta" como quería Descartes: yo soy ese que lee, soy ese que escucha música, ese que pinta, ese que restaura, ese que borda, ese que cocina, ese, en fin, que disfruta.

Pero este fragmento del gran autor portugués me hizo pensar. Nuestras aficiones, son un espacio de autenticidad, de verdad y, por ello mismo, de libertad, y como decía Bertrand Russell, de felicidad. "el que tiene una afición tiene asegurado el cincuenta por ciento de la felicidad"
Dice Torga que no hay espejo más transparente que una página escrita,. Lo mismo se puede decir de cualquier otra expresión artística, el aficionado descubre esa autenticidad y se aferra a ella, se procura una dedicación lo más prolongada posible, ambiciona su utilidad.


Mi afición, la más grande, "pura alegría", en palabras de Muñoz Molina, la que me acompaña desde niña es la lectura, como sabeis. Tengo, supongo que como cada lector, unos hábitos, unas rutinas, unas preferencias. Con la edad han ido cambiando, como yo misma. De joven mis elecciones eran arbitrarias, leía lo que caía en mis manos, desde clásicos hasta best-seller, en una especie de mezcolanza un poco inconsciente, sin una determinación clara, leer era lo que me gustaba, aún no sabía qué y qué no, ni por supuesto, por qué. Pasé por todas las etapas, desde los cuentos de hadas, los tebeos, los de misterio y aventura,  los propios de  adolescentes, las novelas románticas, los revolucionarios, los de moda...  y antes de distinguir en mi vocabulario ensayo de novela, solo  leía libros, libros que me llamaban desde los estantes de las librerías, de las bibliotecas... Libros que me gustaban por fuera y por dentro.  Luego la lectura se fue transformando en conversación y empecé a relacionarme con los autores, como en cualquier relación, por afinidad electiva, a llamarlos por sus nombres y atreverme a preferir unos sobre otros. A exigirle a los ensayistas que  enriquecieran mi ambición de conocimiento y saciaran mis ansias de libertad, y a los novelistas que crearan para mi los mundos imaginarios que más me gustaría habitar.

Las aficiones genuinas tienen una característica fundamental, nunca son tendencia, y si lo intentan, su devenir es efímero, los pseudoaficionados no resisten el embate, precisamente porque se trata solamente de un disfraz. Ni el pescador, ni el cazador, ni el cocinero, ni el lector, se hacen en un taller, cursillo, o club de lectura, según la moda. "Vengo porque así me obligo a leer", escuché decir.
La obligación es la respuesta a una orden, demanda, o imperativo externo. No parte de tu mismidad, de tu necesidad, de ese no se qué que... era cosa tan secreta que me quedé balbuciendo toda ciencia tracendiendo, (que me perdone el uso zafio de sus bellísimas coplas San Juán de la Cruz).  Claro que hay aficiones tardías muy saludables, no seré yo quien las denigre y además cualquier momento es bueno para descubrirse a sí mismo las potencias con que ha venido al mundo. La afición no se busca, no se persigue, es un subproducto. De esto de los subproductos quiero hablar en la próxima entrada. Esdedesear

PD. Ya que hoy va de libros proceden unas recomendaciones de lecturas recientes. Una novela "El coro de los maestros carniceros" de Louise Erdrich, me encantó. Un ensayo "Amo, luego existo" Manuel Cruz, estupendísmo.  Otra novela que leo actualmente y me está sorprendiendo "El mapa y el territorio" de Michel Houellebecq, una crítica de los ambientes artísticos contemporáneos y de la sociedad en general muy interesante y necesaria.

El sensorio del mundo

!Adorable sensibilidad! !Inagotable manantial de cuanto en nuestras alegrías es precioso o en nuestras penas valioso! Encadenas a tu mártir a su lecho de paja, y eres tú quien al CIELO lo eleva. !Fuente eterna de nuestros sentimientos! Aquí siento tu huella y es tu divinidad lo que se agita en mi interior. No es que, en algunos momentos lánguidos y tristes, "mi alma se contraiga y sobresalte ante la destrucción" !mera pompa de las palabras! sino que siento alegrías y cuitas generosas que están más allá de mi; !Todo procede de ti, gran, gran SENSORIO del mundo!

De "El viaje sentimental" Por Laurence Sterne (1713-1768)

Hay en la vida momentos lánguidos y tristes, la vida incluso puede ser lánguida y triste en el fondo y a ese estado básico, que la pérdida de la inocencia constituye en estructura, contraponemos lo que conforma fundamentalmente  nuestra esencia: el deseo. "Desear el instante siguiente" decía Ortega que era la condición existencial  a la que, inevitablemente, estaba abocado el hombre . No existe el feliz de una sola pieza. Sin duda se requiere un aprendizaje para ser feliz. Ser feliz no es tenerlo todo, ni siquiera pretenderlo. Ser feliz es saber lo que uno quiere, conocer sus deseos y aprender a desear, saber desear... dice el filósofo Manuel Cruz, en su estupendo ensayo "Amo, luego existo"

La vida puede ser lánguida en general pero el deseo nos la hace soportable siempre, hermosa a menudo y feliz, incluso, a veces. Sin embargo, en ocasiones, no nos queda más remedio que confrontar la vida con su propia destrucción "mi alma se contraiga y sobresalte ante la destrucción" (dice Sterne), si no total- contra la cual el deseo nada puede- al menos con algo que la amenaza en su forma actual, y entonces la imaginación, encerrada en los barrotes del lenguaje !mera pompa de las palabras! que juega con cartas falsas, trucadas en el mundo de las apariencias, nos inunda con sus sombríos temores.

La vida  languidece con la enfermedad, por ejemplo,  pero también en ella  el deseo sale al rescate, procurándonos  las "alegrías y cuitas generosas que están más allá de mi" porque ! todo procede de ti, gran SENSORIO del mundo! Es entonces cuando nos damos cuenta de la verdad que contiene el poema sufí:" La destrucción es construcción. La construcción es destrucción. No hay destrucción y construcción; ambas son solo uno y lo mismo". (Chuang-Tzu)

He estado un tiempo alejada del blog, languideciendo a discreción, consumiendo las distintas ofertas de nuestra sanidad, hasta ahora PUBLICA, y, con la perspectiva que da el tiempo (y Schopenhauer, como tantas veces dije), puedo decir que ni un sólo día he dejado de desear y cumplir, en la medida de lo posible, estupendos ratos de lectura, de cine, de música, de belleza y amor, grata compañía sobre la que el cuerpo no siempre logra imponerse. He aprendido algo muy reconfortante: aquello que hemos conservado como un tesoro a lo largo del tiempo se convierte en un ángel de la guarda y hace guardia realmente cuando lo necesitamos.

 !Adorable sensibilidad! Inagotable manantial sobre el que amamos conversar porque esdedesear

Vivir es relatar.

"En su texto "La ilusión biográfica" Pierre Bourdieu, ha trazado el dilema: la propia vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que carece de sentido. De ahí que sólo la ficción narrativa permita representar ante los demás el relato de una vida argumentalmente dotada de sentido"


Cita de Manuel Cruz, extraída de "Tiempo de narratividad (el sujeto entre la memoria y el proyecto". http://ddd.uab.cat/pub/analisi/02112175n25p23.pdf



"La identidad es ese particular revestimiento que los otros, los demás, conceden al individuo- y por el que lo convierten en sujeto- a través del mecanismo del reconocimiento. Es decir, que lo que el individuo se dice a sí mismo de sí mismo no es identidad porque no ha sido sancionado socialmente, colectivamente o por su grupo. Esa idea suele ser un relato que se resiste a la intersubjetividad y que más adelante propongo allegar a la ideología"
Del texto arriba mencionado.


Supongo que conoceis una anuncio reciente de la Obra Social de La Caixa en el que un profesional de un servicio de cuidados de enfermedades avanzadas (hablo de memoria porque reconozco que lo he visto un poco por encima) dice algo así como que en el momento de morir las personas no se encuentran tanto con la soledad como con la necesidad de hablar de lo que les está pasando.(véanse las palabras de Manuel Ayala antes de morir) Tal es el imperativo de estar constituidos en el lenguaje, que somos un "relato". Memoria, deseo, lenguaje. Eso es lo que somos. Y tal es así, que incluso en lo que nos parece como el momento más trascendental de la vida, el momento en que la abandonamos, lo que queremos, y estoy completamente segura de esta afirmación, es "contarlo", hablar de ello. Y ese lenguaje que somos, ese relato en el que configuramos nuestra identidad, necesita alguien que lo escuche, (escuchar no es acallar, como veremos otro día, porque de esto hay mucho que hablar). Aquel que esté a nuestro lado, que verdaderamente nos escuche, que atienda nuestro relato hasta el último momento es labor de toda una vida, o de un tiempo menor si hemos tardado en conseguirlo, no importa, cada minuto es una eternidad para el amor.

"... tales historias no constituyen un espejo del pasado, parafraseando a Rorty, sino una acción del sujeto narrador, una iniciativa que emprende para ir configurando la propia identidad.Por eso lo que hay que exigirle al relato en primer lugar es una adecuación al sujeto"..."No existe un solo relato verdadero"..."Recordamos de acuerdo con lo que esperamos"... "El desajuste tiene algo de esencial"..."La identidad es ese particular revestimiento que los otros, los demás, conceden al individuo-y por el que lo convierten en sujeto- a través del mecanismo del reconocimiento."..."No hay identidad sin memoria. La memoria representa el ejercicio de (auto) reconocimiento originario. Pone los materiales de la experiencia pasada al sevicio de la configuración de una identidad"... "Hay que estar a la altura de la memoria... tiene algo de ética"..."La presencia de los otros no se limita a la de ser mera caja de resonancia en el mecanismo del reconocimiento, testigos mudos de nuestra existencia o notarios de nuestra identidad. La capacidad de proporcionar fines tiene como territorio privilegiado a los demás"...

Tengo que confesar que cuando leí por primera vez las tesis de Manuel Cruz, en este u otro documento, ahora no recuerdo, probablemente en su libro "Narratividad: la nueva síntesis", sufrí un síncope emocional. Quizás porque ya estaba preparada para entenderlo, quizás porque ya había llegado a ese punto de partida necesario que él llama al inicio de su reflexión de "La perplejidad ante lo humano". Pero no es broma, tal emoción, que supongo era la consecuencia de una iluminación profundamente deseada, me producía incluso síntomas físicos de tipo taquicardias y otros desasosiegos. Creo incluso que estuvo asociado a algunas acciones de consecuencias muy liberadoras. Una conversión. El caso es que tenía que parar la lectura y dejarla para otro momento en que no fuese necesaria la concentración posterior para alguna tarea. Es una obviedad y de sobras sabido que cualquier cosa que diga Manuel Cruz a estas alturas de la película filosófica será deudora de los grandes filósofos que le precedieron, lo mismo que mis humildes entendederas, pero a mí, por lo que quiera que sea, una conmoción como la que sentí al leer este libro, no me la había producido antes nada ( si acaso el amor) por grande que hubiera sido el deleite e incluso mayor su aportación: los cimientos son lo fundamental, el adorno con que coronamos la construcción quizás solo sea imagen de la satisfacción. Pero ya sabemos, hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar.

"Importa enfatizar especialmente ahora cómo el sujeto es un ser excedido por las fuerzas que le atraviesan. ... A lo que se pretende ir a parar es a que en el sujeto existe una profunda tensión esencial que queda muy pálidamente reflejada en los fines concretos que se va proponiendo." " Nietzsche decía que "cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar", y Jaspers distinguía entre verdad científica, que es demotrable, ahístórica y universal, y verdad filosófica, cuyo sentido es el de ser la verdad de la existencia de quien la profesa y la propone al mundo; es una verdad cuya fuerza emana del testimonio de quien la defiende. Algo parecido a esto último propongo recoger, bajo el rótulo veracidad." Sigue...



Estoy segura de que es fácil que algo o mucho de mí reconozcais en el documento de Manuel Cruz si lo leeis, vosotros que sois esos "otros" que configurais mi identidad ( como lo ha sido el filósofo) porque escuchais mi "relato", sois cómplices de mi "memoria", y alimentais mi "deseo". Vuelvo al principio, la calidad de una vida depende de la calidad del que nos escucha el relato, y de ninguna cosa más... ni menos. Continuará... Esdedesear.