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A latigazos con la voluntad

"El yo está dotado de un poder, de una fuerza creadora, conquista tardía de la humanidad, que llamamos voluntad."Al nivel primitivo, la voluntad no existe todavía; el yo no está hecho sino de instintos, de impulsos y de reacciones...He aqui un ejemplo observado por mí mismo, de la debilidad de la voluntad en los primitivos. Durante algún tiempo estuve en África Oriental entre una tribu muy primitiva. Era buena gente, que no querían sino ayudarme. Cierta vez tenía que mandar unas cartas y necesité un mensajero. Fui a ver al jefe y le rogué que me mandara uno. Poco después un joven indígena se presentó a mí y me dijo que era el mensajero que había pedido. Había que recorrer aproximadamente una distancia de ciento veinte kilómetros hasta el término del ferrocarril de Uganda, donde se encontraban los blancos más próximos. Tendí al mensajero las cartas formando un paquete y le dije: "Lleva estas cartas a la estación de los hombres blancos a tal lugar" El mensajero por toda respuesta, me miró con ojos extraviados y vacíos y ni siquiera tendió la mano hacia el paquete."Toma estas cartas y vete", repetí. El mensajero me había comprendido, sin duda, pero no lograba reaccionar ante aquella invitación singular. Pensé, primeramente, que no le interesaba. Vino entonces un negro somalí que me cogió las cartas de la mano y me dijo: "Te portas de una manera torpe y tonta; te voy a mostrar cómo hay que hacer." Cogió un látigo y avanzó amenazador hacia el hombre, diciéndole; "Estas son las cartas, tú eres el mensajero, y éste es el bastón (el bastón tenía una ranura por la que se introducía las cartas; era el bastón del mensajero, tienes que cogerlas." Y le pegó en los costados con el bastón, le sacudió y le maldijo a él y a sus antepasados hasta la séptima generación. "Tienes que correr de esta forma", gritó el negro somalí remedándole mediante una danza lo que el indígena tenía que hacer. El hombre, poco a poco, se despertó, sus ojos se iluminaron, había comprendido. Partió como una bala de cañón y recorrió los ciento veinte kilómetros hasta la estación, en una sola etapa.¿Qué había pasado? El primitivo no es capaz de querer: tiene que reunir sus energías; había sido necesario que a nuestro hombre le pusieran en condiciones de sentirse mensajero; de ahí la razón de ser y la necesidad de esta ceremonia; había despertado en él el estado de ánimo que le había convertido en correo; desde ese momento tenía las cartas del hombre blanco en la mano, las llevaba hacia su destino y todos los indígenas que encontraba en su camino se decían"Sí, es el correo, es el mensajero." Esto hacía de él el hombre importante del momento, le confería una dignidad a la que no había llegado si antes, con la ayuda de los latigazos, no le hubiera puesto en el estado de ánimo de un mensajero."
De "Funciones y estructuras del consciente y el insconsciente", por Carl.G. Jung

La anécdota etnográfica (hoy sería bastante controvertida, me parece a mi), puede ilustrarnos si nuestra voluntad se resiste. Me inclino más a pensar que el indígena flipaba al ver que le invitaban a recorrer ciento veinte kilómetros para llevarle sus cartas a los blancos, no me extraña que pusiera los ojos a cuadros y no moviera un dedo, pero entre el látigo, los insultos a los antepasados y la danza del somalí, la voluntad hizo su aparición y luego, como no podía ser menos, el prurito de poder chulearse delante de sus compatriotas hizo el resto. Al final, palos y ego, a eso se reduce cualquier existencia.

Cuando yo era pequeña era fundamental disponer de dos características importantes en la personalidad: "ser de ciencias" y "tener fuerza de voluntad". Carecer de estas dos fuentes del éxito en la vida era fatal. Yo carecía de ambas, según las etiquetas que me endosé-aron. No sé muy bien si fue antes la gallina o el huevo. El caso es que con el tiempo, por suerte, descubrí que no era así. Un día tomé la determinación de adentrarme en el "proceloso-tenebroso-inalcanzable" mundo de las ciencias y descubrí que no, que tampoco era para tanto, que no se es de letras como si fueras de Gijón y punto. Supuso para mi poder completar una energía espiritual que permanecía dormida, despertarla fué estupendo. Y que lo de no tener fuerza de voluntad estaba más condicionado por cierto estado de ánimo que es suceptible de variar con la alegría y el buen rollo más que con los palos. Eso sí, no probé con la danza, a lo mejor sirve para las dos cosas y viajo gratis a Uganda. Esdedesear.