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El truco de vivir aquí arriba...

"Un hombre que viva actualmente en soledad, cuya felicidad consiste en gozar de si mismo y saborear esta tranquilidad, don precioso para quien puede disfrutarlo, se encuentra en situación apurada cuando tiene necesidad de abandonar su retiro y cumplir ciertos deberes cotidianos o compromisos que le obligan a tratar con los hombres del mundo.¡Cuán diferente se descubre entonces! ¡Qué confusión, qué turbación surge de pronto de sus ideas, sobre todo cuando apartado de la sociedad, su imaginación gusta de elaborar visiones seductoras de la humanidad! Si su corazón sensible le pinta los hombres como desearía que fuesen ¡Qué contraste al contemplar el retrato al natural! ¡Cómo se desvanecen tales quimeras!

"Hoy he estado en la ciudad. Tenía el espíritu recogido, el corazón sereno, volví trastornado, confuso, inquieto. He visto mucha gente, he recibido pruebas de amabilidad y gratitud, de interés, pero la obligación y el disimulo se escondían detrás de estas explosiones afectuosas. ¡Cuántas máscaras y ni un solo corazón! Sin embargo fue preciso responder como si estas gestos fuesen auténticos, es decir, fingir también y ponerme una máscara como todo el mundo, pues hubiera sido ridículo aparecer con el rostro desnudo en medio de todos estos "dominos". Pero eso no es todo, se empieza una conversación ¿y sobre qué? No acerca de las cosas, sino siempre acerca de las personas. La astucia se despliega, hace su triunfal paseo con tales deleites que siempre encuentran un modo de prolongarlo. Es preciso, de lo contrario pasar por tonto o por deshonesto, decir una ingeniosidad, o lo que es igual, ser mordaz también, consentir que delante de uno se desacredite a un hombre discreto. ¡Qué suplicio mentirse a uno mismo cuando no se tiene en el corazón mas que sentimientos honestos, manifestarse como perverso! ¡Ah! Volvamos a nuestros campos. Allí se puede ser bueno sin pasar por tonto, se puede ser uno mismo sin contradicciones."
De "Autobiografía y otros escritos" Por Maine de Biran.

El primero que abrí de los cuatro libros que me llevé a Filiel fué este librito de Maine de Biran, y ni que decir tiene que ya no lo pude soltar, tan cercanas sentía sus reflexiones con la mías. Este filósofo, llamaba a su Metafísica: psicología reflexiva,  porque concedía valor de ciencia al análisis del yo, del propio yo. Dicen que es un síntoma de sabiduría y madurez escribir contra ti mismo y no puede ser de otra manera si, como veremos en próximas entradas, en lugar de atribuir a las cosas externas las explicaciones o causas de nuestro placer o displacer, sabemos buscarlas en nuestro interior sujeto a continuos extravíos. Entonces Maine de Biran se somete a un examen interior, una instrospección que le permite detenerse en los diferentes estados de ánimo, las fluctuaciones de sus pensamientos y sentimientos.Yo también estoy en ello tres siglos más tarde. 

"Estoy en mi cuartito de estar-despacho-comedor de Filiel, sentada tomando notas de las lecturas de la mañana. Al otro lado de la mesa, tras los cristales, el viento agita con fuerza las ramas del nogal y el sol brilla tintineante entre las sacudidas de las hojas. En el viejo radio-cassette escucho a Edith Piaff. En la "colina de Phill"  este año brotaron muchas campanillas, las hay por todos los caminos también, en cambio en mi pobre y salvaje jardín apenas hay más que unas cuantas flores silvestres amarillas y azules, la lavanda y el rosal, que además lo veo yo un poco regulero" 
Filiel feliz, tal como me deseó Barbebleue. He venido a la ciudad, pero volveré "a nuestros campos". Hasta pronto, esdedesear.

Olvidar

Observo algo paradójico en los tiempos que corren. Hay por una parte una infantilización evidente de la sociedad, definida, entre otros atributos,  por una tendencia ciega hacia el hedonismo por la que los individuos tratan de prolongar un estado de adolescencia que no quiere ver ni en pintura las posibles bondades del compromiso y prefieren tomarse la vida como un juego, (hijos que se eternizan en su hijismo, viejos que quieren ser jóvenes eternos, políticos enzarzados en eternas mentiras, ciudadanos fingiendo  creérselas, largo etc. ya de sobras conocido) y por otra parte,  y en absoluta contradicción, una excesiva dramatización en el discurso colectivo, ese que ocupa un buen pedazo de nuestro tiempo, de nuestras conversaciones y de nuestros, incluso involuntarios, pensamientos, cual es el  fruto del bombardeo de noticias en los medios de comunicación y la servidumbre con que la audiencia las acogemos, mascullamos, comentamos impenitentemente.

Es un tema largo y atractivo para el debate pero ya sabeis que yo lo que quiero es ir a al "grano" personal. Estoy a punto de irme de vacaciones y me viene a la cabeza como ha sido este último curso vital. Pues bien, he sobrevivido en lo personal a dos traumatólogos, un neurólogo, un cirujano vascular, un ginecólogo, dos fisioterepeutas, un quiromasajista, un osteópata, unos análisis clínicos, una resonancia magnética, una densitometría, una mamografía y un doppler, no incluyo al médico de cabecera porque él tuvo que sobrevirme a mi. Es un amigo. Y en los ratos libres que mis dolencias (ahora me sorprendo) me dejaban, he sufrido los recortes salariales merecidos por ser ¡funcionariaaaaa! entre los aplausos de mis compatriotas que jaleaban solícitos los mensajes de los probos tertulianos: ¡A la hoguera! decían a coro;  he sufrido a esos mismos tertulianos (reconozco que con estos sucumbí pronto y desconecté, cuando se fue Iñaki, ya no volví a pecar, mea culpa), pero sobre todo he sufrido con los millones de refugiados desplazados de sus territorios, con los miles de muertos de las riadas en Colombia, la India, Perú, y las del país, las hambrunas, las nevadas históricas de EE.UU, los incendios forestales sin precedentes, los huracanes asoladores de ciudades enteras, el angustioso rescate de los mineros de Chile, las propias condiciones espantosas de los mineros de medio mundo, la locura transitoria de los controladores españoles, las presiones de los mercados, las subidas y bajadas vertiginosas del Ibex 35, la difícil colocación semanal de la deuda, los muertos en carretera del fin de semana, las víctimas de la violencia machista, las víctimas del terrorismo, las víctimas del terrorismo (repito porque son dos asociaciones distintas y no quiero ofender), el terremoto y el tsunami de Japón, los heroes de Fukushima, el debate de las nucleares, las cifras del paro, la subida de la inflacción, la bajada del déficit, los desahucios, las cosechas destrozadas por el granizo, la morosidad, Guantánamo,  no saber qué  hacer con la ciudad de la cultura que nos legó Fraga, por el terremoto de Lorca, el cambio climático, las cumbres- no las enumero porque nos pasamos la vida de cumbre en cumbre- los problemas del cine español, el aumento de la obesidad en adolescentes, la retirada de las tropas de donde estén, las revoluciones en Oriente, las nuevas porque la vieja de Oriente Medio me tiene en un sinvivir desde que era una niña, las conversaciones de paz., la bacteria E coli, y las pérdidas del pepino.  Una lista interminable de quebraderos de cabeza que me mantienen inconsolable, desolada, y un pelín culpable por no poder hacer nada. Cuando pienso que debería ir a ayudar  a la India ya me claman los presos políticos cubanos.

Pero qué lógica es esta? ¿Qué absurda lógica informativa es esta? Chomsky da una explicación convicente de las causas de esta manipulación mediática http://www.attacmadrid.org/?p=2738
No tenemos bastante con preocuparnos del amigo que se queda en paro, de  los problemillas o problemones de nuestros seres queridos, del amor que pasa por tu puerta sin quedarse a tomar el te, y de, por ejemplo, por qué rayos todavía suena tan mal lo que soplo con la flauta, del michelin que se te impone, de los libros que me quedan por leer, y de muchas sencillas y cercanas cosas muy suficientes para la débil y vulnerable mujer que soy.  Por si fuera poco hace años que me prometo no ver los informativos y no lo consigo, es una perversión, y tengo una nueva carga que curar sobre mis espaldas. 

¿Seguirán las abejas polinizando sus flores tranquilamente en Filiel a mi regreso? ¿Dormitará el Teleno, enigmático, su sueño eterno como cuando lo dejé? Discurrirá idéntico el río sonoro en cuyas aguas no me bañaré dos veces? Lucirá el sol cada nueva amanecida? Y la luna,  me volverá a acompañar mientras riego el jardin agostado cada noche? Me estarán esperando los caminos pedregosos para reemprender la marcha? Y el silencio armonioso, se seguirá escuchando? Con vuestro permiso me transmuto de indignada a olvidada. Feliz verano a todos. Esdedesear.

Sobrevivir

"Pero Hans Castorp amaba aquella vida en la nieve. Se le aparecía semejante, en muchos aspectos, a la vida en las arenas del mar, pues la monotonía sempiterna del paisaje era común a las dos esferas; la nieve con su polvo profundo, inmaculado, desempeñaba aquí el mismo papel que, allá abajo, la arena de amarillenta blancura ; su contacto no manchaba: se hacía caer de los zapatos y de los vestidos aquel polvo blanco y frío como, allá abajo, el polvo de la piedra y de las conchas del fondo del mar sin que dejase rastro alguno. La marcha por la nieve era penosa como un paseo a través de las dunas, a menos que el ardor del sol la hubiese fundido superficialmente y la noche endurecido. Se marchaba entonces más ligera y más agradablemente que sobre un parqué, con la misma facilidad y ligereza que sobre la arena lisa, firme, mojada y elástica de la orilla del mar."
De La Montaña Mágica. Por Thomas Mann.

Os acordais de aquella "praxis improductiva" que llevé a cabo cultivando un jardín en Filiel que el invierno se llevaría?. Pues bien, ha sobrevivido la lavanda. Más adelante quizás tenga alguna sorpresa más?. Esdedesear.

Lo natural.

"¿A qué buscar tierras que un nuevo sol caliente? ¿Qué exilio de sí mismo permite huir? Horacio. Cita leída en los "Ensayos" de Montaigne.

"Todos creamos mundos imaginarios, casi siempre verdes y maternales, donde podemos ser nosotros mismos, por fin" De "La contravida" de Philip Roth

"Todos los lugares donde me imagino son solitarios, silenciosos, visualmente atractivos. Esta descripción se ajusta tanto a mi despacho como a cualquier parte del mundo". "De los intentos de permanecer quieto". Jenny Diski

Leí que Kant decía que la naturaleza era buena y la libertad mala. A mi se me ocurre que la relación del hombre con la naturaleza es sencilla y la relación con la libertad es complicada. Dice Canetti en "La provincia del hombre": "la libertad sirve para expresar una tensión muy importante. Uno quiere marcharse y cuando el lugar al que uno quiere ir no tiene nombre, cuando es indeterminado, y no se ven en él fronteras, lo llamamos libertad". Pienso que en algún momento de la trayectoria hacia la libertad, ese camino que vamos haciendo al ir "marchándose" al "exilio" de nosotros mismos, muchos nos topamos con la necesidad de relacionarnos con la naturaleza de forma repetidamente inédita (parece una contradicción pero si nos creemos muy originales es porque "el ser que se repite es diferente" como decía Deleuze) Imaginamos entonces la naturaleza como ese lugar maternal y verde tal como describe Philip Roth, donde percibir el cambio de las estaciones, discriminar los sonidos puros, recuperar la intensidad de los olores, percibir los colores en sus orígenes, elevar la vista al cielo y rodearnos de silencio.
Sin embargo creo que su mayor atractivo reside en la intuición de su inexorable permanencia: los pájaros cantarán tiernamente cuando los hombres se hayan aniquilado los unos a los otros. Tendrán nostalgia de nosotros y de entre ellos, los pájaros burlones, guardarán mucho tiempo aún nuestros diálogos" otra vez Canetti en la Provincia del hombre.
De mis notas en los cuadernos de Filiel. Esdedesear.

Cartas fi(li)eles

"Los hombres no son para vivir amontonados en hormigueros, sino esparcidos sobre la tierra que deben cultivar. Más ellos se reúnen y se corrompen. Las enfermedades del cuerpo así como los vicios del alma, son el efecto infalible de esta concurrencia. El hombre es, de todos los animales, el que menos puede vivir en manada, y los hombres hacinados como carneros se morirían en poquísimo tiempo. El aliento del hombre es mortal para sus semejantes. Esta expresión es menos verdadera en sentido propio que en sentido figurado. Las ciudades son el sumidero de la especie humana. Al cabo de unas generaciones perecen o desgeneral; deben ser renovadas y es siempre el campo lo que logra esta renovación. "

De El Emilio. Por Jean Jacques Rousseau.

Río Pigalle, por el camino de Méséglise (perdóname el plagio Proust)

Queridos: Hay premio para la fidelidad, lo que ocurre es que algunas recompensas tardan mucho en llegar y desesperamos de que lo hagan realmente alguna vez, sucede por ejemplo con la fidelidad a los principios, a las creencias,a las convicciones, porque pertenecen a una esfera íntima y natural que suele ser difícilmente compatible con la esfera social en la que debemos ponerlos en juego, donde rige sobre ellos y atravesándolos el pragmático ejercicio de las convenciones, pero por ser más larga la espera también es mayor la gratificación, si no hemos sucumbido. No es el caso de lo que quiero contaros hoy desde Filiel, porque mi fidelidad se ha visto compensada enseguida, en este caso. Cuando escogí este lugar, puesto que el retiro , el silencio, la libertad, aseguraban el sentimiento de lo sublime (que comentábamos con Kant) me sentí dispuesta a renunciar a algunas cotas del sentimiento de lo bello, aunque tampoco tantas, hay mucho bello en este paraje. Una de ellas era aceptar la escasez del fluído en la corriente de de sus regatos, a los que, sin embargo miraba con ojos amorosos, por su pequeñez y su impotencia tan semejante a la mía propia. Pero, tal como nos explica la doctrina estoica y otras filosofías afines, no existe el mal en el mundo, sólo es una cara del todo poliédrico, y de este invierno furioso, largo y tedioso, me ha "surgido" este maravilloso río que os enseño arriba, por el camino hacia el majestuoso Teleno, que yo llamo camino de Méséglise como sabeis, emulando a Proust, cerca, muy cerca de casa, y !Más! éste otro, en aquel cauce seco que bordeaba mi escaso terreno, por donde decían que "in illo témpore" había discurrido un río. Siento mucho la mala calidad de visionado, el móvil era lo único que tenía a mano.

Río Collins, bajo la colina Phil Collins. (No le pido perdón porque a lo mejor éste no tiene colina alguna con su nombre y hasta le gustaría).

"Hacia el Sur apenas hay que descender por hallarse en los páramos leoneses que extienden largamente, solitariamente, su torbisca verdinegra, por la cual ve acaso el viajero cruzar como en las consejas, una zorra, bermejo el lomo, créctil la grande oreja, fabulizando el hocico. Más allá comienza la tierra que no es sino tierra; la tierra sin verdor vegetal, sin veste botánica; la tierra amarilla, la tierra roja, la tierra de plata, pura gleba, desnudo terruño que subrayan de cuando en cuandolas hileras de altos chopos. Ondula como en tormento la llanada y a veces se revuelve sobre sí misma formando barrancadas y torrenteras, chatos cabezos y serrezuelas broncas. E insospechados, pero siempre en lugares estratégicos pueblos: aquí uno, mirando a dos valles; allá otro, en el bisel de una colina. Siempre inhóspitos, siempre en ruina, siempre la iglesia en medio, con su brava torre alerta, que parece cansada, pero descansa como buen guerrero, de piel, el montante hincado en tierra y sobre su cruz el codo.

La atmósfera es completamente diáfana y en ella, como en un vacío sin obstáculos, la luz entra a torrentes. Merced a esto cada color es llevado a la última potencia de sí mismo. Existe el prejuicio inaceptable de no considerar bellos más que los paisajes donde la verdura triunfa. Creo yo que influye en esta opinión cierto confuso resto de utilitarismo ajeno y aún enemigo de la estética contemplación. El paisaje verde promete una vida cómoda y abundante. El menudo burgués indestructible que se afana siempre en algún rincón de nuestra alma favorece interesadamente nuestro entusiasmo desinteresado hacia los esplendores de la vegetación. No le importa el valor estético de la verdura esmeralda; pero, hipócrita, la alaba mientras piensa en la cosecha que ella anuncia y aplaude el espectáculo con secretas intenciones alimenticias.

En cambio, don Francisco Giner, para quien sólo lo inútil era necesario, solía insistir sobre la superior belleza del paisaje castellano.

No es verde, sin duda; pero es, en cambio, un panorama de coral y de oro, de violeta y de plata cristalina. Los fisiólogos saben muy bien que los colores amarillo y rojo aumentan de un modo automático nuestras pulsaciones y que su número crece tanto más cuanto extensa es la superficie de tonos calientes extendidas ante nosotros.... Castilla, sentida como irrealidad visual es una de las cosas más bellas del universo."

Bellas y sabias palabras de Ortega, como todas las suyas, en "El Espectador". Esdedesear.

Paresia

"A fin de aportar al tema una nueva dimensión, he venido insistiendo en que el concepto de realidad en Freud aúna lo fáctico y lo actual- es decir un mundo de hechos consensualmente validado y una activación recíproca de gente del mismo parecer. Sólo estos dos elementos juntos proporcionan un sentido de la realidad. Porque incluso entre los hombres más inteligentes y mejor instruídos siempre existe una búsqueda de una imagen del mundo compartida con aquelllos que no sólo se sirven de los mismos métodos de verificación, sino que también piensan de manera semejante y se hacen sentir unos a otros activos y competentes: sólo untos podrán descifrar lo que haya de verdadero en las experiencias de significación más pronunciada."
De "Historia personal y circunstancia histórica" por Erik H. Erikson

"No es posible ser amado por muchos con una perfecta amistad, lo mismo que no lo es amar a muchos a la vez. La verdadera amistad es una especie de exceso en su género, es una afección que supera a todas las demás, y se dirige por su misma naturaleza a un sólo individuo, porque no es muy fácil que muchas personas agraden a la vez tan vivamente, ni quizá sería bueno.(...) Los hombres afortunados no tienen necesidad de relaciones útiles, pero necesitan relaciones agradables, y por esa causa quieren vivir habitualamente con algunas personas."
De" Moral a Nicómaco" por Aristóteles.

Filiel, agosto 2009

Queridos: Otra vez tengo que felicitarme de no haber hecho caso de la imaginación, la mía es tendente al pesimismo y busca ,para frustrar mis proyectos, las asociaciones más truculentas. Pero "a Dios rogando y con el mazo dando", aquí me encuentro, felizmente integrada en esta nueva morada. Me gusta el silencio, lo que más, pero para romperlo a ratos me he traído una antigua radio de las de cassette incorporado, que tenía abandonada en el trastero. ¡Sorpresa! En una pletina, una grabación de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak y en la otra una recopilación de éxitos de Sinatra. Del mismo trastero pillé un aparato de video VHS al que aplico la tremenda colección antigua de mi hermano, pero en él, en el video, también un duende me había dejado una grabación de Toska. Estos duendes proveedores parecen haber ido dejando miguitas en el camino que son buenas compañías.
Bajo la nogal de mi casa y en otros muchos puntos desperdigados de esta maravillosa naturaleza (con un cuchillo en el zurrón mirando de reojo por si los lobos...) me voy zampando la provisión de libros que me traje, aunque, ya vereis, mucha soledad y tal y cual pero no me dará tiempo a leer todo lo que me propuse.
Hay otro "temita" que estaba en el buffer. Lo sabeis. Llegué aquí sin hipoteca alguna en cuanto a la posibilidad de compartir esta estancia con alguien, corría el riesgo de no tratar a nadie en este tiempo, no, si ello implicase alguna clase de comercio y debilidades varias, usar bastones y luego tirarlos. Suponía que aún así merecería la pena, así que no hice previsiones en ese sentido. Una ascesis como ésta no permite más que discursos verdaderos, entre pares. Hace tiempo que ya solo busco la "paresia". Hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar.
("La paresia etimológicamente significa decirlo todo. La paresia lo dice todo; no obstante, no significa decirlo todo, sino más bien la franqueza, la libertad, la apertura que hacen que se diga lo que hay que decir, como se quiere decir, cuando se quiere decir y bajo la forma que se considera necesaria. Este término de paresia esta ligado de tal forma a la elección, a la decisión, a la actitud del que habla, que los latinos lo han traducido justamente por libertas para referirse a la libertad de aquel que habla.". Foucault. Hermenéutica del sujeto). No, libre me quiero. Y par. Y es posible que haya encontrado algunos. Llegados de tierras aún más
lejanas que yo.
Creo que merece la pena que os cuente otras cosas de ellos. Esdedesear

Habitar en la montaña

¿POR QUÉ PERMANECEMOS EN LA PROVINCIA?(Warum Bleiben Wir in der Provinz)

En 1933 se ofreció a Heidegger por segunda vez una cátedra en la Universidad de Berlín, pero decidió quedarse en la pequeña Friburgo. Para justificar tal decisión escribió el texto cuya traducción ofrecemos. Este artículo de Heidegger apareció en 1934 en una obscura hoja periodística de provincia y no se volvió a publicar hasta los años 60. En castellano se tradujo en ECO- Revista de la cultura de Occidente, marzo de 1963, nº 35, tomo VI-5. Lo retomamos de ESPACIOS, revista del Centro de Investigaciones Filosóficas de la Universidad de Puebla (México), año 2, nº 6, 1985.

En una abrupta cuesta de un amplio y alto valle de la Selva Negra, se levanta un pequeño refugio de esquiadores a 1.150 metros de altura sobre el nivel del mar. Su planta mide de seis a siete metros. El bajo techo recubre tres cuartos: la cocina, el dormitorio y un gabinete de estudio. En el estrecho fondo del valle y en la ladera opuesta, igualmente abrupta, yacen dispersos los cortijos de los campesinos, ámpliamente emplazados, con el gran techo que pende sobre ellos. Cuesta arriba se extienden las praderas y las dehesas hasta el bosque con sus viejos, enhiestos y oscuros abetos. Todo lo domina un claro cielo soleado en cuyo resplandeciente espacio dos azores se elevan trazando círculos.
Éste es mi mundo de trabajo visto con los ojos mirones del huésped o del veraneante. Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su transformación contínua, de día y de noche, en el gran ir y venir de las estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca primitiva, el contenido crecer de los abetos, la gala luminosa y sencilla de los prados florecientes, el murmullo del arroyo de la montaña en la vasta noche del otoño, la austera sencillez de los llanos totalmente recubiertos de nieve, todo esto se apiña y se agolpa y vibra allá arriba a través de la existencia diaria. Y, nuevamente, esto no ocurre en los instantes deseados de una sumisión gozosa o de una compenetración artificial, sino, solamente, cuando la propia existencia se encuentra en su trabajo. Sólo el trabajo abre el ámbito de la realidad de la montaña. La marcha del trabajo permanece hundida en el acontecer del paisaje.
Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los enhiestos abetos contra la tormenta.
Y el trabajo filosófico no transcurre cual la apartada ocupación de un extravagante, sino que tiene una íntima relación con el trabajo de los campesinos. Mi trabajo se asemeja al del joven campesino cuando sube la pendiente remolcando el trineo de la montaña y luego, una vez bien cargado con leños de aya, lo dirige a su cortijo en peligroso descenso; al del pastor cuando con su andar lentamente meditabundo arrea su ganado pendiente arriba; al del campesino cuando en su cuarto dispone en forma adecuada las innumerables tablillas para su techo. Allí arraiga su inmediata pertenencia a los campesinos.
El hombre de la ciudad piensa que “se mezcla con el pueblo” tan pronto condesciende a entablar una larga conversación con un campesino. Por las tardes, cuando durante la pausa del trabajo me siento con los campesinos en torno de la estufa o en la mesa junto al rincón donde está la imagen del Señor, casi nunca hablamos. En silencio fumamos nuestras pipas. Entretanto quizá cruza una palabra. Que el trabajo se termina en el bosque, que en la noche anterior se metió una marta en el gallinero, que posiblemente mañana una vaca parirá, que el campesino Oehmi ha tenido un ataque, que el tiempo pronto “se muda”. La íntima pertenencia del propio trabajo a la Selva Negra y a sus moradores viene de un centenario arraigo suabo-alemán a la tierra que nada puede reemplazar.
Al hombre de la ciudad una estadía en el campo, como se dice, a lo más, lo “estimula”. Pero la totalidad de mi trabajo está sostenida y guiada por el mundo de estas montañas y sus campesinos. Ahora, mi trabajo allá arriba se ve interrumpido a menudo por largo tiempo debido a gestiones, viajes para dictar conferencias, discusiones y la actividad docente aquí abajo. Pero tan pronto retorno arriba se aglomera, ya desde las primeras horas de estadía en el albergue, todo el mundo de las antiguas preguntas y, por cierto, en el mismo cuño con que las dejé.
Sencillamente, soy trasladado al ritmo propio del trabajo y, en el fondo, no domino en ningún caso su ley oculta. Los hombres de la ciudad se maravillan a menudo de este largo y monótono quedarse solo entre los campesinos y las montañas. Sin embargo esto no es ningún mero quedarse solo; pero sí soledad. En verdad en las grandes ciudades el hombre puede quedarse solo como apenas le es posible en ninguna otra parte. Pero allí nunca puede estar a solas. Pues la auténtica soledad tiene la fuerza primigenia que no nos aísla, sino que arroja la existencia humana total en la extensa vecindad de todas las cosas.
Es posible convertirse en una “celebridad” en un santiamén mediante los periódicos y revistas. Éste es siempre, por cierto, el camino más seguro por el que el querer más auténtico sucumbe al malentendido y llega al olvido profunda y rápidamente.
Por el contrario, la memoria campesina tiene su fidelidad sencilla, segura e incesable. Hace poco le llegó la hora de la muerte a una campesina allá arriba. Ella conversaba conmigo a menudo y de buena gana, y me enseñaba viejas historias del pueblo. En su lenguaje enérgico y lleno de imágenes conservaba todavía muchas palabras viejas y diversas sentencias que habían llegado a ser ininteligibles para los actuales jóvenes del pueblo y, así, han desaparecido del lenguaje vivo. Todavía el año pasado, cuando yo vivía solo semanas enteras en el refugio, esta campesina con sus 83 años, subía a menudo la abrupta cuesta que conduce a él. Quería ver, como decía, si yo todavía estaba allí y si no me había robado de improviso “algún duende”. La noche que murió la pasó conversando con sus parientes y, hora y media antes de su fin, envió todavía un saludo al “señor profesor”. Tal recuerdo vale incomparablemente más que el más hábil “reportaje” de un periódico de circulación mundial sobre mi pretendida filosofía.
El mundo de la ciudad está en peligro de sucumbir a una falsa creencia corruptora. Una impertinencia muy ruidosa y muy activa y muy delicada parece, a menudo, preocuparse por el mudo y la existencia del campesino. Pero con ello se niega precisamente lo que ahora sólo hace falta: mantener la distancia de la existencia campesina; abandonarla –ahora más que nunca– a su propia ley; ¡fuera las manos!, para no arrastrarla en una falsa habladuría de literatos sobre lo popular y el amor a la tierra. El campesino ni quiere ni necesita en ningún caso esta exagerada amabilidad ciudadana. Lo que ciertamente necesita y quiere es el tacto reservado respecto a su propio ser y a su independencia. Pero muchos de los procedentes de la gran ciudad y de los transeúntes –y no en último término los esquiadores– se comportan a menudo en el pueblo o en la casa del campesino como si se “divirtieran” en sus salones de recreo de la gran ciudad. Tal ajetreo destruye en una noche más de lo que puede fomentar jamás un adocenamiento científico de varios decenios sobre lo popular y las costumbres y usos del pueblo.
Dejemos toda intimidación condescendiente y todo falso culto de lo popular; aprendamos a tomar en serio allá arriba aquella existencia sencilla y dura. Sólo entonces nos podrá volver a decir algo.
Hace poco recibí la segunda llamada de la Universidad de Berlín. En una ocasión semejante me retiro de la ciudad a mi refugio. Escucho lo que dicen las montañas, los bosques y los cortijos. En esto vengo a donde mi viejo amigo, un campesino de 73 años. En los periódicos ha leído sobre el llamado a Berlín. ¿Qué irá a decir? Lentamente desliza la segura mirada de sus claros ojos en los míos, mantiene los labios fuertemente apretados, me coloca su mano fielmente circunspecta sobre el hombro y sacude su cabeza en forma apenas perceptible. Esto quiere decir: ¡irrevocablemente no!

Este texto de Martin Heidegger ha sido copiado integramente de la pagína web filosofía y pensament de Ramón Alcoberro)

Hay variadas razones que nos impulsan a movernos de nuestro lugar habitual, entre ellas las que más fuerza suelen tener son las obligaciones laborales propias o de nuestra pareja, voluntarias o de fuerza mayor y el retorno a "nuestra" tierra, por ejemplo. En casos menos frecuentes estaría la búsqueda de un clima mejor o la necesidad de romper la rutina y empezar una "vida" nueva, despreciando hacer una sana reflexión sobre qué nos hace desear esa ruptura, y por eso, frecuentemente, acaba convirtiéndose en la misma rutina y la misma vida en otro lugar, en ocasiones incluso más hostil. Cualquiera de ellas puede proporcionarnos experiencias enriquecedoras y satisfactorias porque suponen contrastes suficientes para estimular energías internas, necesitamos ese movimiento para sentirnos mejor y agradecemos que haya surgido algún motivo que, aunque externo a nosotros, nos haya permitido vivirlas.

Estos motivos comentados, sus razones, se nos presentan de una forma, sino total, bastante consciente, o al menos así lo es su justificación (la diferenciación entre motivos como causas y su justificación verbal es un asunto complejo, para mi no hay tal distinción, pero esto es otro cantar). Pero cuando este cambio (de lugar habitual- habitar otro lugar- habitar y ser son lo mismo para Heidegger) no obedece a alguno de estos motivos con los que uno, para mayor seguridad en el éxito de la empresa, se aferra en su decisión, sino a otros más difusos y de precaria justificación, conduce a una gran felicidad, lo sentimos más nuestro, y nos ofrece un montón de sensaciones que vamos descubriendo. Hemos atendido otros deseos, y es el momento de aprovechar para hacer ese tipo de análisis a posteriori, en el sentido que tanto os comenté de Schopenhauer, que ayuda a conocernos mejor, a descubrirnos en nuestras auténticas y transparentes motivaciones. Un análisis que surge directamente del asombro, como el conocimiento auténtico que nos enseñó Aristóteles, el asombro es lo que impulsa la verdadera curiosidad y lo que deviene en un saber "nuevo", incluso sobre nosotros mismos. Esdedesear.

Cartas desde Filiel


1
Para venir a gustarlo todo no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo no quieras ser algo en nada.
2
Para venir a lo que gustas has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres has de ir por donde no eres.
3
Cuando reparas en algo dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener has de tenerlo sin nada querer.
4
En esta desnudez halla el espíritu su descanso, porque no comunicando nada, nada le fatiga hacia arriba, y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad.


De " La subida del Monte Carmelo. Monte de perfección" Por S. Juán de la Cruz.


Quizas debiera haber convocado a Teresa de Jesus en lugar de Juán de la Cruz, ella que vivía sus éxtasis entre pucheros, algo que se nos da muy bien a las mujeres, que podemos mezclar perfectamente el tocino con la velocidad, sin que se nos mueva un pelo. Así me pasó a mi en estas vacaciones, extasiada y arrebolada por sensaciones medio místicas al tiempo que aprendía a cocinar un cocido maragato o me peleaba por el espacio con las arañas, moscas o avispas, pero, a decir verdad, San Juán me gusta más.



Filiel, julio del 2009.

Queridos: Cuando hace algún tiempo os enseñé esa foto del camino a Filiel, con las nieves aún en el Teleno, cuando os decía que ella era la imagen del presente de mi futuro, anticipaba sin saberlo aún estas vacaciones mías, adivinando un deseo que aún no había parido sino en el lenguaje literario. Misterios de lo inefable tatuado en lugares invisibles de mi cuerpo. Lo prefiero.
Filiel... sólo por ese nombre merecería ser escogido un lugar. Fili-el, que se me figura una mezcla de griegos y árabes, la contundente mezcla de dos civilizaciones que nos fundan y fundamentan. Un pueblo al pie de la montaña, en el medio de una naturaleza que no sabré describir porque he descubierto con asombro que para todo decir auténtico hay que haberse creado un lenguaje antes y yo no dispongo de él. Un pueblo al que me condujo un nada de razón instrumental pues en ninguna certeza podría basar mis fines y un todo de poderosa intuición que me fortalece con su total incertidumbre. Veremos a ver por donde sale...

Y aquí estoy (la jornada empezó muy bien, Radio Tres parece haber querido premiar mi fidelidad con una selección para el viaje: un concierto de Muddy Waters, una pieza de piano sudamericana "El Trapìche" de Claudia Calderón, una cantata de Bach, y unas danzas eslavas de Dvorák que coincidieron con la travesía del macizo galaico-leonés. Total, que conduje hasta aqui como en volandas.) en el fragor de un combate que mi alma disputa entre el miedo a no superar el silencio y la abrumadora soledad y la angustia de, por eso mismo, perderlos. Un sentimiento parecido al de una enamorada atenazada por las dudas y el deseo, que a su pesar continua probándose ropa ante el espejo, y, sin remedio para esta locura, pasé la tarde aviando, ilusionada, con las cuatro cosas que apañé para traerme, los apenas treinta metros cuadrados de casa, como si guiara mi mano la propia mano de un profesor oculto por encima de mi cabeza. Miro y remiro las posibilidades del pequeño terreno que se desparrama hasta el cauce seco de un riachuelo en la trasera, sin límites concretos, informe y asilvestrado, y le plantifico una mecedora "comme il faut" a un espacio que invento para remedar un porche: ¡aquí miraré las estrellas!

Sigo sin atisbar un ser humano, dicen que los hay, pero las casas están cerradas de puertas y ventanas a cal y canto. Será como las meigas que "habelas haylas". Y continuo preguntándome cómo he llegado hasta aquí. Ya os seguiré contando. Hasta pronto.


Nosotros y los objetos
luz y tinieblas
cuerpo y alma
dos almas
espíritu y materia
Dios y el mundo
pensamiento y extensión
ideal y real
sensibilidad y razón
fantasía e intelecto
ser y deseo
Las dos mitades del cuerpo
derecha e izquierda
respirar
Experiencia física:
imán.
Johann Wolgang von Goethe





La humildad vigilante


"El único remedio que existe contra la amorfa manía de saber muchas cosas, de divagar en esta o aquella dirección, de abandonar un tema cuando apenas se lo ha rozado, cuando apenas se lo ha captado, el único remedio contra esta curiosidad que, ciertamente, es algo más que mera curiosidad, pues no tiene ningún propósito ni lleva a ninguna parte, el único remedio contra este andar dando saltos y respingos hacia todos lados, consiste en esto: en tratar con alguien que posea el don de moverse dentro de todo lo que es posible saber sin abandonarlo hasta no haberlo medido en todas sus dimensiones, de moverse dentro pero sin diluirlo. Nada de lo que Sonne dijera quedaba suprimido o liquidado por él. Siempre era más interesante que antes, estaba articulado e iluminado. Allí donde antes solo había interrogantes, puntos oscuros, Sonne concentraba en un solo campo otros muchos campos. Con la misma precisión con que podía describir una rama del saber podía describir tambien a un hombre destacado de la vida pública. Evitaba hablar de gente a la que ambos conociésemos personalmente, y de este modo quedaba excluido de su exposición todo aquello que convierte una conversación en un mero chismorreo. Por lo demás utilizaba los mismos métodos para hablar de las personas que para hablar de las cosas. Tal vez lo que más me recordaba a Musil era esto: su concepción de los seres humanos como campos del saber dotados de una peculiaridad propia. La insipidez de una teoría única, aplicable a todos los seres humanos, le resultaba tan ajena que ni siquiera mencionaba una teoría así. Cada persona era algo especial, no solo algo aislado. Sonne odiaba lo que unos hombres hacían contra otros hombres, jamás ha habido un espíritu menos bárbaro que él. Aunque tuviera que poner de manifiesto las cosas que odiaba, sus palabras nunca sonaban a odio; lo que el ponía al descubierto era una carencia de sentido, y nada más.
Resulta sobremanera difícil hacer comprensible hasta qué punto evitaba Sonne cualquier referencia personal. Uno podía haber pasado con él dos horas, durante las cuales había aprendido inumerables cosas, y de tal modo además que a uno le sorprendía siempre aquello que escuchaba. ¿Como, en presencia de una superioridad intocable como aquella, hubiera uno podido colocarse a sí mismo por encima de los demás? Ciertamente la palabra humildad no es la que él hubiera empleado, pero cuando uno lo dejaba, lo hacía en una disposición de ánimo que no puede ser calificada más que con esa palabra; era, sin embargo, una humildad vigilante, no la humildad de los borregos."

"No me causó sorpresa que un charlatán al que yo siempre había evitado se sentase en una ocasión a mi mesa y me preguntase, sin ningún preámbulo, si yo conocía al doctor Sonne. Rápidamente contesté que no ; no fue posible, sin embargo logar que se callase, pues estaba conturbado por algo que no le daba sosiego y que no comprendía; una fortuna donada. Este doctor Sonne, dijo, era el nieto de una persona muy rica de Prsemysl y había donado, para fines benéficos, toda su fortuna, que había heredado de su abuelo. El no era el único que no estaba en sus cabales, añadió. Tampoco lo estaba Ludwig Wittgenstein, un fílósofo, hermano del pianista Paul Wittgenstein, el que no tenía más que un brazo; el tal Ludwig había hecho lo mismo que el doctor Sonne..."
De "Historia de una vida. El juego de ojos. Hallazgo del hombre bueno." Por Elias Canetti.
A la dicha de este verano en Filiel ha contribuído enormemente los ratos que pasé acompañada por la lectura de la autobiografía de Canetti, que me mantuvo fascinada desde el principio. Os he escrito cartas desde alli, pero Filiel se configura en otra dimensión espacial y temporal y yo he regresado antes. Esto me está produciendo algunos desajustes, habrá que tomar de nuevo las posiciones abandonadas aunque ya no estén en el lugar en el que las había dejado. Por suerte la linea del horizonte siempre sigue avanzando. No podemos bañarnos dos veces en el mismo río.. ni el río ni nosotros somos los mismos, dice Heráclito, pero hay algo que permanece: el deseo de bañarnos. Esdedesear.