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Jubil-acción

Desde que he tomado posesión de mi plaza de jubilada todo tiempo me es poco. Es poco para hacer las cosas que me gustan, ajustada como está, por fin, mi realidad a mi deseo, tal como siempre me sugirió Ortega o el mismo Freud, entre otros. Esa era mi meta, mi esperanza, que, partiendo de dar credibilidad a sus afirmaciones, se convirtió en convicción primero  y ahora en  auténtica plasmación.

Permitidme que utilice para ilustrar mis palabras  una experiencia propia,  muy próxima,  en este conversación, algo relacionado con esta nueva etapa que estoy viviendo, con este nuevo horizonte. He sido consciente de ello hace pocos días y hace que renueve mi asombro ante el distinto ritmo temporal que tienen nuestras sensaciones, nuestras percepciones y nuestros pensamientos en su acceso a la conciencia, ya no es la primera vez que comento la afirmación de Schopenhauer acerca de la conciencia  velada , aquello de  que si acaso podemos llegar a conocer  algo de nosotros mismos sólo lo será echando la vista atrás y reconociéndonos en nuestros hechos ya pasados.

Pues bien, durante los últimos años de mi vida laboral, años en los que seguramente había superado ya las urgencias más juveniles de afirmación, reconocimiento, realización, etc, que tanta motivación proporcionan ya sea para la sensación de  eficacia en la tarea como por el disfrute de las sanas  relaciones de compañerismo,( hago la salvedad de que tampoco mi trabajo conllevaba el estímulo que tiene el que va a "descubrir la pólvora" y que no se me escapa que hay trabajos más satisfactorios, para uno mismo y para la comunidad, que otros, lo que no era el caso ) Durante esos últimos años, digo, venía sucediéndome algo muy desagradable. En las primeras horas que siguen a la finalización de la jornada, durante un buen rato se imponía en mi ánimo una cierta melancolía, un estado incómodo y  difícil de remontar hasta pasado un cierto tiempo de transición. En ese proceso diario había un "como no saber que sentir" que decía Sartre, un "olvido de mi ser" que diría Heidegger, un descarrilamiento del tren espiritual  fuera de las vías hasta que poco a poco se volvia  a encarrilar  arrastrado por su propia inercia. Y así todos los días. De mi propia cosecha (o no, quien sabe) añadía su poquito de sentimiento de culpa, como ocurre siempre cuando algo pierdes, o te pierdes.
 
 Han pasado un par de meses, aunque me parezca un par de siglos, desde que  dejé de trabajar (para el inglés, que no se por qué se le atribuye al inglés esa vicisitud, será por el colonialismo supongo) y albricias¡ me acabo de dar cuenta de que esa sensación, ese desasosiego, ese desánimo, han desaparecido por completo. Da igual la hora del día, todas son homogéneas en sus diferencias, todas son buenas. En aquellos descorazonadores momentos una sospecha me atravesaba y me hablaba como un "pepito grillo" diciéndome que el tiempo que  pasaba en mi centro de trabajo me absorbía  las energías, que me vaciaba, me oprimía. Mi voluntad ya había volado lejos de aquellos barrotes invisibles del alma. Demasiados libros por leer me esperaban, demasiada música por oir, demasiadas películas por ver, demasiados paseos, charlas, paisajes... silencios. Lo que queda del día por vivir me llamaba avasalladoramente.

Hemos desprendido otro poquito del Velo de Maya, no siempre nos es dado conocer a qué responden nuestros sentimientos, yo no lo sabía hasta que la edad dio cumplimiento a mis deseos, por eso damos tantos tumbos en vez de tomar buenas determinaciones. Y trascendencias aparte, mi  sentido pésame a los que ya no pueden jubilarse hasta el año de Maricastaña gracias al "señorito" que se cargó el estado del bienestar.

"Fúnebres carruajes rechinan y ruedan lentamente por las calles de París. Seis carros mortuorios llevan al cadalso su ración cotidiana. Todos los monstruos sedientos de sangre que la imaginación del hombre ha podido inventar se han confundido en uno solo y se han realizado en la guillotina...Forjad otra vez la humanidad con semejante martillo y se torcerá  bajo vuestros golpes y creará los mismos monstruos, sembrad nuevamente el privilegio rapaz y la opresión tiránica, y podéis estar seguros de que recogeréis los mismos frutos"

Historia de dos ciudades. Por Charles Dickens