Lo natural.
"Todos creamos mundos imaginarios, casi siempre verdes y maternales, donde podemos ser nosotros mismos, por fin" De "La contravida" de Philip Roth
"Todos los lugares donde me imagino son solitarios, silenciosos, visualmente atractivos. Esta descripción se ajusta tanto a mi despacho como a cualquier parte del mundo". "De los intentos de permanecer quieto". Jenny Diski
Leí que Kant decía que la naturaleza era buena y la libertad mala. A mi se me ocurre que la relación del hombre con la naturaleza es sencilla y la relación con la libertad es complicada. Dice Canetti en "La provincia del hombre": "la libertad sirve para expresar una tensión muy importante. Uno quiere marcharse y cuando el lugar al que uno quiere ir no tiene nombre, cuando es indeterminado, y no se ven en él fronteras, lo llamamos libertad". Pienso que en algún momento de la trayectoria hacia la libertad, ese camino que vamos haciendo al ir "marchándose" al "exilio" de nosotros mismos, muchos nos topamos con la necesidad de relacionarnos con la naturaleza de forma repetidamente inédita (parece una contradicción pero si nos creemos muy originales es porque "el ser que se repite es diferente" como decía Deleuze) Imaginamos entonces la naturaleza como ese lugar maternal y verde tal como describe Philip Roth, donde percibir el cambio de las estaciones, discriminar los sonidos puros, recuperar la intensidad de los olores, percibir los colores en sus orígenes, elevar la vista al cielo y rodearnos de silencio.
Sin embargo creo que su mayor atractivo reside en la intuición de su inexorable permanencia: los pájaros cantarán tiernamente cuando los hombres se hayan aniquilado los unos a los otros. Tendrán nostalgia de nosotros y de entre ellos, los pájaros burlones, guardarán mucho tiempo aún nuestros diálogos" otra vez Canetti en la Provincia del hombre.
De mis notas en los cuadernos de Filiel. Esdedesear.
Asilvestrados
Escribir el libro "Elias Canetti: Luces y Sombras" supuso para mí una lección de tolerancia, ya que pude poner en práctica la teoría canettiana del aprendizaje y del conocimiento. Me refiero a su conocida aversión a las teorías cerradas y a las limitaciones de la especialización, y a su atracción por la amplitud de los campos del saber y por la mezcla multidisciplinar como el camino más seguro de acercarse a la verdad. Al enfrentar y colocar juntas las teorías de Canetti y el psicoanálisis sobre la naturaleza humana desde un respeto por las diferencias y apuntando a las afinidades, aprendí a integrar (1) los aspectos diferentes —que, tanto si se trata de teorías o de personas, solemos calificar de ‘malos’— junto con los afines o buenos, para así conseguir una mezcla multidisciplinar y muy enriquecida, característica del mundo de Canetti. Fueron precisamente las contradicciones de su madre las que le enseñaron a Canetti que la verdad requiere juntar lo diferente y lo conflictivo: «Yo percibía ambas cosas, su despiadada agudeza y su generosidad. En ese entonces yo no sabía qué era la vastedad, pero la sentía: poder abarcar tantas cosas y tan contradictorias, el que lo aparentemente incompatible pudiera ser válido al mismo tiempo, el poder sentirlo así, sin morir de miedo, y que se lo debiera nombrar y considerar, la verdadera gloria de la naturaleza humana —eso fue lo que realmente aprendí de ella»(2). Y con esto, pasemos al tema de este artículo: Canetti y su relación con el psicoanálisis."
(1)Término psicoanalítico acuñado por Melanie Klein y que representa la idea psicoanalítica actual de un funcionamiento psíquico saludable capaz de tolerar los aspectos conflictivos de la personalidad y de la realidad exterior, estando la proyección y la escisión de las partes ‘malas’ en el otro extremo patológico de la conducta.
De "Canetti y el psicoanálisis". Por Raquel Kleinman
¡No hay casualidades!, que se lo digan a Freud. Y ésta que os voy a contar pertenece al tema de las afinidades que, aprovechando la sabiduría de Ortega, os comentaba estos días pasados. Estaba yo intentando la lectura de una novela de Broch (uno de los tutores y modelos de Canetti) "Pasenow o el romanticismo", que pertenece a una trilogía "Los sonámbulos" que algunos quieren parangonar con "La montaña mágica" de Mann y desesperada por un aburrimiento mortal, sin querer dejarla por no hacerle un feo a mi admirado Canetti, ya que tanto valoraba a Broch no solo como escritor sino por sus muchas otras cualidades personales,(tal como describe en "Historia de una vida", que, como sabeis, fue mi apasionante lectura del verano pasado), cuando rastreando google para ver qué diantres me podía aclarar de esa, para mi, incomprensible relación, me encontré con este artículo de Raquel Kleinman, psicoanalista : http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/14831/14321 del que entresaqué estos fragmentos.
Ya había llamado mi atención,y lo hice objeto de comentarios, este mismo aspecto que a ella se le antojó digno de su tesis doctoral, y no me extraña. A pesar de su negación de Freud, y su odio a nombrar la palabra subconsciente, la autobiografía de Canetti transmite un poderoso mensaje de una concepción de la vida y de las vidas que se fundamenta en la necesidad y la práctica del autoconocimiento, del análisis, una fuerte concepción que no puede ser más que psicoanalítica, y que, escrita ya al final de su vida literaria da muestra de un "funcionamiento psíquico saludable" que ha "integrado" ya "los aspectos conflictivos de la personalidad" y "los de la realidad exterior" según la definición de Melanie Klein. Me temo que eso influyó, en el atractivo que, aparte de su tremenda amenidad, tuvo para mí. Me sumo a Ortega, llega un punto en que no puedes más de retórica y deseas ya que el autor que lees tenga un buen "balance vital" que ofrecer. Eso no lo percibí en el caso de Broch y finalmente abandoné la lectura de su novela.
"En su obra Canetti nos muestra un autoconocimiento (en los tres tomos de su autobiografía) que utiliza en su estudio de la naturaleza humana (Masa y Poder) para desenmascarar los aspectos ocultos e inconscientes de la conducta humana. Es un acto valiente por su parte porque no es difícil prever la actitud de profundo rechazo que esto despierta en el hombre enfrentado a su inconsciente oculto sin haberlo buscado expresamente. El psicoanálisis denomina esta práctica como "silvestre", es decir, sin el encuadre y los demás requisitos que la técnica recomienda para ello. Canetti intenta enseñarnos nuestro fuero interno a través de su arte, como lo hacía Goya en sus cuadros, pero sus palabras nos hieren tanto que muchos resuelven no leerle. Con razón consideraba las obras de arte que depertaban rechazo como portadoras de verdades, y luchaba activamente para que el hombre viera su fuero interno y aprendiera de ello. Sin darse cuenta, de nuevo estaba alineado con Freud, sólo que su manera provocativa de mostrarle al hombre sus aspectos ocultos y desagradables hizo que su obra fuera tan impopular como el psicoanálisis.
En la próxima entrada seguiré hablando un poco más de este impopular tema porque humildemente confieso que yo soy también un tanto asilvestrada y me empeño en hablar de cosas que despiertan rechazo aunque mi defensa viene dada de mi absoluta fe en que son "portadoras de verdades" y la fe sí que esdedesear.
La humildad vigilante
El beneficio.
"Porque creo que es propio del saber el querer mostrarse y no contentarse con una simple existencia oculta. El saber mudo me parece peligroso, pues se vuelve más y más mudo y al final secreto y luego acaba vengándose por ser secreto. El saber que se manifiesta comunicándose a los demás es el buen saber, que sin duda aspira a ser reconocido pero no se vuelve contra nadie. El contagio que parte de los maestros y los libros busca extenderse. En esta fase inocente no se pone en duda a sí mismo, echa raíces y se propaga, irradia y quiere ampliarlo todo al tiempo que él mismo se amplía. Se le atribuyen las cualidades de la luz, la velocidad con la que desea expandirse es la máxima, y se lo honra dándole el nombre de ilustración. En esta forma lo conocieron los griegos antes de que Aristóteles lo comprimiera y encasillara. No cabe pensar que fuera peligroso antes de ser fraccionado y almacenado. Heródoto me parece la expresión más pura de un saber que era inocente porque tenía que irradiar. Sus divisiones son las de los pueblos que hablan y viven de manera diferente. él no refuerza las divisiones cuando habla de ellas sino que crea en sí mismo espacio para lo más variado y crea espacio en los otros, que se enteran de todo ello a través de él. En cada joven que oye hablar de mil cosas se oculta un pequeño Heródoto, y es importante no intentar elevarlo por encima de éste, porque se espera de él que se limite a un oficio."
De Historia de una vida. La antorcha del oído" Por Elías Canetti.
Me voy de vacaciones, pero antes quiero expresaros mi enorme agradecimiento por estos meses de compañía, siento que me faltan palabras. Cuando inicié este blog no tenía pretensión alguna más allá del sentido de su propio título: "es de desear" por lo que lo había empezado. El deseo de manifestarme, de comunicarme, que luego descubrí que tiene mucho que ver con el contenido de los fragmentos de Canetti que arriba transcribo. Un deseo totalmente inocente, alejado de toda utilidad, un brindis al sol, como no podría ser de otra forma. He aprendido muchas cosas de esta experiencia que he ido analizando paralelamente a vivirla. Ha sido muy reconfortante en muchos sentidos porque como dice mi amigo Chiqui (http://navegare--preciso.blogspot.com/ ), obliga a hacer "caligrafía" espiritual. Una dimensión de la escritura que no conoces hasta que la pones en juego.
"Las dos aspiraciones fundamentales de la vida humana y por las que, tal vez, merezca que siga ésta fluyendo "entre el silencio de las esferas", son la inteligencia y el amor. Y ello es lo que motiva ese equilibrio que los griegos llamaron eudaimonía-felicidad-. Pero ambos términos han sufrido un deterioro tan creciente, y sus vetas se han cuarteado tanto en la costra de los social, que el mencionarlas arrastra inevitablemnte un regusto humanista y el aire de una consoladora y romántica utopía. Y sin embargo, el miedo a ciertas palabras, metido en las articulaciones de una sociedad deformada, ha de vencerse únicamente con la voluntad decidida de pronunciarlas y, por supuesto, con la de pensar y estructurar las otras que nos encarcelan y reprimen." De "La memoria del Logos" Por Emilio Lledó.
Seguir este consejo de Lledó ha tenido efecto especular. A algunos ya os conocía y disfrutaba de vuestro respeto y cariño, a otros os he conocido virtualmente. Gracias Barbebleue( http://cuestiondesensibilidad.blogspot.com/), Pilar ( http://mm-actualidad.blogspot.com/)y Josefina, (por orden de aparición), habeis sido un estímulo en lo intelectual y un motivo de gozo en lo personal, por la atención que me dispensasteis, la riqueza de vuestros comentarios y el espíritu alegre y prudente con que los habeis hecho. Y gracias al que inventó la red. ¿Qué diría Platón si levantara la cabeza? Feliz verano. Esdedesear
Del narcisismo a la madurez (2)
... Yo cuidaba de ella como ella cuidaba de mí, y cuando se está tan cerca de alguien uno acaba desarrollando una sensibilidad infalible para todas las emociones que comparte con esa persona. Por mucho que sus pasiones me desbordaran no le habría dejado pasar un tono falso. No era cuestión de presunción, sino de familiaridad, que me daba derecho a estar vigilante,y yo no dudaba en abalanzarme sobre ella cuando barruntaba alguna influencia extraña, inusual. Durante un tiempo asistió a las conferencias de Rudolf Steiner. Lo que me contaba sobre ellas no sonaba a ella, era como si de pronto hablase un idioma extraño. Yo no sabía quén la animaba a asistir a esas conferencias, no lo hacía por iniciativa propia, y cuando se le escapó el comentario de que Rudolf Steiner tenía algo hipnótico empecé a bombardearla con preguntas sobre él...Me pareció muy insegura, pues yo estaba acostumbrado a que conociera cada sílaba de sus autores, ella que precisamente solía atacar sin piedad a otros acusándolos de tener un conocimiento insuficiente de algún autor y llamándolos charlatanes y atolondrados que lo confundían todo por ser demasiado perezosos y no investigar las cosas hasta el fondo... En el fondo lo más importante para ella era también lo que pudiéramos discutir juntos, sin deformaciones ni retorcimientos, sin prentender algo que todavía no formaba parte de nosotros. No era la primera vez que yo notaba cómo salía ella al paso de mis celos. Además añadió no tenía tiempo para asisitr a esas conferencias...
.. Me ocultaba tenazmente todo lo erótico, el tabú que ella había impuesto sobre este tema en el balcón de nuestra casa de Viena seguía vivo en mí como si Dios mismo lo hubiera proclamado en el monte Sinaí. Yo no preguntaba por ello, nunca mostraba interés, y mientras ella, con ardor y prudencia, me llenaba con todos los contenidos del mundo, aquello que hubera podido confundirme quedaba excluído. Como yo no sabía lo mucho que los seres humanos sienten la necesidad de esta forma del amor, no imaginaba que a ella pudiera faltarle. Ella tenía entonces treinta y dos años y vivía sola, y a mi eso me parecía tan natural como mi propia vida...
..Un segundo bien que mi madre me hizo durante aquellos años compartidos en Zúrich tuvo aún más consecuencias: me ahorró cualquier tipo de cálculo. Nunca le oí decir que hubiera que hacer algo por razones prácticas. No se hacía nada que pudiera ser "útil" para uno. Todas las cosas que yo quisiera aprender eran igualmente legítimas. Me movía al mismo tiempo por cien caminos sin tener que oír que este o aquel era más cómodo, más conveniente o más lucrativo. Lo que importaba eran las cosas en sí y no la utilidad que pudiera extraerse de ellas. Había que ser exacto y escrupuloso y defender una opinión sin hacer trampas, pero había que dedicar esa escrupulosidad a la cosa misma y no la utilidad que de ella pudiera extraerse. Apenas hablábamos de lo que haríamos algún día. Lo profesional se situaba a tal punto en un segundo plano que todas las profesiones estaban abiertas. El éxito no significaba que uno medrase personalmente, el éxito o beneficiaba a todos o no era éxito...
... Mi madre pasó una buena parte de esos dos años en Arosa, en el Waldsanatorium, cuando le escribía le veía flotar como suspendida a gran altura sobre Zúrich, y cuando pensaba en ella miraba involuntariamente hacia arriba. ... Cada semana iban y venian las cartas en las que, al menos por mi parte, nos informábamos de todo. Pero la mayor parte del tiempo yo era independiente de la familia y así surgió otra cosa nueva en su lugar... Yo sentía cada nueva experiencia como algo físico, como una expansión de mi propio cuerpo, a lo que contribuía el hecho de que, aunque yo supiera una serie de otras cosas, lo nuevo no guardaba relación alguna con éstas. Algo separado de todo lo demás venía a instalarse allí donde antes no había habido nada. Una puerta se abría de improviso donde no se esperaba encontrar nada, dejándolo inmerso en un paisaje con luz propia donde todo tenía un nombre nuevo y se expandía más y más... También habían sido liberadas por las nuevas circunstancias de mi vida fuerzas que habían permanecido mucho tiempo supeditadas. Yo ya no vigilaba a mi madre como en Viena y en la Scheuchzerstrasse. Quiza esa hubiera sido también una de las causas de sus enfermedades periódicas. Lo aceptáramos o no, mientras viviéramos juntos tendríamos que rendirnos cuentas mutuamente. Cada uno de los dos no solo sabía lo que hacía el otro, sino que intúía sus pensamientos, y lo que constituía la dicha y la intensidad de esta comprensión era también su tiranía."
De "Historia de una vida. La lengua salvada." Por Elias Canetti.
Perdón, sé que por este camino acabaré con vuestra paciencia. Debo corregirme. Lo haré por obligación en los próximos días que estaré ausente. Tiendo a ello porque realmente me gusta más leer que escribir y porque siempre me parece que nada es comparable a las descripciones de los propios autores, consagrados y admirados por nosotros, que mis pobres palabras para contaros algo de ellos. He escogido esto pasajes de la autobiografía de Canetti, que como sabeis estoy leyendo, en los que relata la relación con su madre, en su adolescencia (tenía 12 años a la sazón), después de la muerte de su padre, cuya poderosa identificación os comenté en una entrada anterior ("del narcisismo a la madurez"). Y lo hago porque me parece que entre los dos relatos se desarrolla una bellísima descripción de la formación de su carácter, sobre la base de un completísimo Edipo que para sí quisiera Freud como analogía, me parece a mi. Canetti cumple en su infancia todos los requisitos que la teoría psicoanalítica aborda para la formación del carácter: desde la lógica líbido narcisista, pasando por fuertes y ricas identificaciónes paternas, dolorosas pérdidas,consiguientes duelos, y devenida madurez. Pero se dá en él una excepcionalidad: habitualmente el niño, el niño que somos, debe hacer ese proceso en su infancia sin sufrir la pérdida real, material, debe renunciar (en ausencia) más o menos pertrechado, con los recursos de que disponga, sin que la fatalidad, como es el caso de Canetti, lo disponga con su imperativo. . En definitiva nos tenemos que arreglar para "matar" a los padres que llevamos dentro, constituídos en "ellos", "superyos" o lo que se tercie, como buenamente podamos y lo que es mas "fuerte", de la calidad de ese tránsito dependen la mayor parte de nuestras herramientas en las madurez y también las características de nuestras neurosis, porque con ambas se completa lo que denominamos nuestro carácter. Veré qué fue pasando con mi autor, estoy en ascuas. Os iré contando. Esdedesear.
Del narcisismo a la madurez (1)
Laurica y yo nos habíamos reconciliado, al menos hasta el punto de jugar de vez en cuando al escondite. Una vez que estaban allí los calderos de agua caliente y nosotros corríamos entre ellos, sin duda demasiado cerca, al darme alcance justo al lado de un caldero Laurica me empujó y caí en el agua caliente. Exceptuando la cabeza, me escaldé todo el cuerpo. La tía Sophie, que oyó los espantosos alaridos, me sacó del caldero y me quitó la ropa, con la que se desprendió toda la piel; se temió por mi vida y pasé en la cama muchas semanas con dolores muy fuertes.
Mi padre se encontraba en aquel momento en Inglaterra y eso fue lo peor para mí. Yo creía que me iba a morir y le llamaba a gritos, me quejaba de que no volvería a verle, y eso era peor que los dolores. De estos no tengo recuerdos, ya no los siento, pero aún siento el deseo desesperado de ver a mi padre. Pensaba que él no sabía lo que me había sucedido, y cuando me aseguraban lo contrario exclamaba:
-Por qué no viene? Por qué no viene? ¡Quiero verle!
Quizá vacilaron efectivamente, porque hacía pocos días que él había llegado a Manchester, para preparar nuestro traslado allí; quizá pensaron que mi estado mejoraría por sí mismo y él no tendría que regresar inmediatamente. Pero incluso si lo hubiera sabido enseguida y hubiera venido sin dilación, el viaje era largo y él no podía estar a mi lado tan pronto. Fueron consolándome de día en día y cuando mi estado empeoró, de hora en hora. Una noche, cuando creían que por fin me había dormido, salté de la cama y me despellejé todo el cuerpo. En vez de gemir de dolor gritaba llamando a mi padre:
-¿Cuando viene? ¿Cuando viene?
Mi madre, el médico y todos los que me cuidaban me eran indiferentes, no los veo, no sé lo que hacían conmigo, sin duda hubo muchas y delicadas intervenciones en torno a mi persona, yo no las registraba, solo tenía una idea fija, era más que una idea, era la herida en la que se resumía todo; mi padre.
Entonces oí su voz, se acercó a mí desde atrás, yo estaba tumbado boca abajo, pronunció suavemente mi nombre, dio la vuelta a la cama, le vi, me puso suavemente la mano en el pelo, era él y yo dejé de sentir dolor.
Todo lo que sucedió a partir de ese momento solo me es conocido a través de relatos. La herida se convirtió en milagro, se inició la mejoría, mi padre prometió que no se marcharía y permaneció a mi lado durante las semanas siguientes. El médico estaba convencido de que sin su aparición y su presencia posterior yo habría muerto. Aunque ya me había desahuciado, insistió en el regreso de mi padre, su única e incierta esperanza. Era el médico que nos había traído al mundo a los tres hermanos, y más tarde solía decir que de todos los partos a los que había asistido, ese "renacimiento" había sido el más difícil."
"Yo tenía siete años cuando murió mi padre y él no contaba siquiera treinta y uno..."
De "Historia de una vida. La lengua salvada", por Elias Canetti.
Tengo una buena razón para haberos entretenido tanto con este texto tan largo y esa razón es que tengo la convicción de que este tránsito que el niño Canetti hubo de hacer en su infancia, el que parte de la más absoluta e imperiosa necesidad de su padre para "vivir" hasta la más aplastante resignación por su pérdida al poco tiempo de haber ocurrido ese accidente, es el mismo que un ser humano cualquiera debe hacer en su interior, aún sin circunstancias extremas como ésta, en la más absoluta normalidad todos debemos hacer y soportar esta pérdida. Y en eso consiste la madurez y el equilibrio soñados. Y realmente no hay mucha diferencia si lo pensamos, ya adultos nos resistimos a abandonar los recursos que teníamos de niños y así jugamos inocentemente con nuestras ilusiones, y cuando nos escaldamos, delirantes suplicamos ayuda exterior hasta el punto de preferir despellejarnos en las múltiples realidades en que nos convertimos, desoyendo todo lo que nos rodea. Antes que aceptar la soledad, seguimos buscando el consuelo de que alguien "pronuncie suavemente nuestro nombre" curándonos con su reconocimiento y finalmente lo que no pudimos soportar desconsolados, se nos impone fatalmente. Porque no hay un "padre" para siempre, o sí lo hay, pero ese es el momento en que tu te conviertes en un padre para ti y, a tu vez, pronuncias suavemente otros nombres.
Claro que no soy muy original pensando esto, "como todo lo demás", ya lo habeis advertido. Dejo para dentro de unos días hablar de cómo veían Kant o Freud, por ejemplo, esta necesidad de "renacimiento" imprescindible. Ellos fueron los que me lo enseñaron. Esdedesear.