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El sillón Sykies.

"Sinkin, sentado en sus despacho, ocupaba un sillón Sykies bajo hileras de libros de Derecho. Todo hombre nace para convertirse en huérfano y para dejar huérfanos tras él, pero un sillón como ese, si puede pagárselo, supone un gran consuelo"

De "Herzog" por Saul Bellow.



Y huérfanos antes de que la muerte real suceda. Quizás ese sentimiento sea el más angustioso de los que acompañan al hombre que, en su narcisismo, nunca se siente satisfecho con la administración de los afectos, tanto de los que recibe como de los que da. Víctima de una mala gestión, se siente acreedor y deudor, culpabiliza y se culpa, incapaz de sincronizar la hora de su reloj con el de los otros compañeros de viaje. Cuando comprende sus errores es demasiado tarde, cuando los está cometiendo se situa ante abismos que lo enajenan. Cuando acierta, escasa es la dicha, imaginada era mayor en su desdicha. Huérfanos ya antes de nacer.



"Sinkin respetaba a Herzog. Sentía debilidad por la gente confusa de nobles pensamientos."



Por eso, querida gente confusa de nobles pensamientos, que así es como os imagino puesto que perdeis el tiempo leyendo mis propias confusiones, para este año nuevo os deseo, si podeis pagarlo, que la vida os depare un sillón Sykies, si no lo habeis adquirido ya. Ese donde nuestra orfandad se mitiga, desaparece, sentadas nuestras posaderas sobre la dignidad de nuestros deseos y si es posible, también de algunas acciones. El Arte esdedesear.
...
Más por gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo ligera hiel en mi existencia
melificó toda actitud el Arte

Mi intelecto libré de pensar bajo,
bajo el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.

¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!...

El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.

Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita;
el Arte puro, como Cristo, exclama:
"Ego sum lux et veritas et vita"

Fragmento de "Yo soy aquel que ayer no más decía" de Rubén Darío. Lo que resta y lo que antecede, maravilloso, queda para que lo disfrutemos serenamente sentados en nuestro nuevo sillón Sykies.