Retorno a Schopenhauer

   "Todo querer nace de una necesidad, por consiguiente, de una carencia y por lo tanto de un sufrimiento.La satisfacción pone fin a éste; pero para un deseo que es satisfecho hay por lo menos diez que no lo son; además, los apetitos duran largo tiempo; las exigencias son infinitas y su satisfacción es corta y escasa; a veces la satisfacción definitiva es solo aparente; el deseo colmado deja su puesto a otro nuevo, aquél es un error conocido y éste un error desconocido. Ningún objeto de la voluntad puede dar lugar a una satisfacción duradera, sino que se parece a la limosna que se arroja a un mendigo y que solo sirve para prolongar sus tormentos.

      Por consiguiente, mientras nuestra conducta esté ocupada por la voluntad, mientras estamos bajo la presión del deseo con sus alternativas de esperanza y de temor; en suma, mientras somos el sujeto de la voluntad no es posible que disfrutemos dicha ni tranquilidad. Ya seamos perseguidores o perseguidos, ya temamos la desgracia o corramos tras los placeres, en el fondo todo es lo mismo, los cuidados que nos produce la voluntad exigente, cualquiera que sea su forma, agitan y desasosiegan constantemente nuestra conciencia y sin tranquilidad no hay dicha posible. De este modo el sujeto de la voluntad está atado a la rueda de Ixión, está condenado a llenar el tonel de las Danaides, al suplicio de Tántalo.
     Pero cuando una circunstancia exterior o nuestro mismo estado de ánimo nos arranca, de improviso, al torrente sin fin de la voluntad y emancipa nuestro conocimiento de la esclavitud del deseo, la atención ya no se dirige a los motivos de la voluntad, sino que concibe las cosas libres de sus relaciones con el querer, por consiguiente, de un modo desinteresado, sin subjetividad, de una manera puramente objetiva, entregándose a ellas plenamente, en cuanto son puras representaciones y no meros motivos, entonces la tranquilidad, buscada antes por el camino del querer y siempre huidiza, aparece por primera vez y nos colma de dicha. Surge entonces aquel estado libre de dolores que Epicuro encarecía como el supremo bien, como el estado de los dioses, pues en aquel instante nos vemos libres del ruin acoso de la voluntad, celebramos el sábado de la voluntad y la rueda de Ixión cesa de dar vueltas.
   Semejante estado es el que yo describí anteriormente como indispensable para el conocimiento de la Idea, como pura contemplación; nuestra personalidad desaparece en la intuición, nos perdemos en el objeto, nos sustraemos al principio de razón, al conocimiento de las relaciones y a la vez las cosas se nos aparecen como Ideas y el individuo se convierte en  puro objeto del conocer sin voluntad, apartándose de la corriente del tiempo y de la cadena de relaciones. Entonces, lo mismo da contemplar la puesta de sol desde un calabozo que desde un palacio."
A. Schopenhauer "El mundo como voluntad y representación"

Así lo creo, y esdedesear.