EL SEÑOREAJE


Agustín Perozo Barinas.

El señoreaje, el gravamen más regresivo e injusto de todos, es feudocapitalismo fiduciario que cobra tributos por trabajar, por consumir y por ahorrar. “Retención y apropiación de riqueza escudadas en el Estado de Bienestar Ilusorio, donde la imparcialidad en la concesión de recursos, el ordenamiento social y la provisión de capital humano y bienes públicos quedan endosados, inapelablemente, a un ente benefactor supraindividual que confiere derechos subjetivos en permuta de imponer obligaciones ineluctables, en su mayor parte económicas, liquidables en dinero, como son los impuestos, tributos y contribuciones.” Fernando Suárez –El impuesto inflación-.

Para que entendamos mejor, repasemos algunos conceptos básicos del origen del dinero. Una sociedad que aspire a crear mayor riqueza y distribuirla más equitativamente como aquello de que “a cada quien de acuerdo a sus capacidades y de acuerdo a sus necesidades”, debe interpretar bien la naturaleza del dinero. Veamos...

Trueque: Sin la existencia del dinero, la gente debió intercambiar bienes tangibles por otros que recibían en retorno. Era el trueque, que era en extremo limitante ya que muchos productos perecían fácilmente o eran difíciles de transportar. Además, si una mujer requería, digamos, huevos, y tenía solamente sacos con maíz, entonces ella debía encontrar una persona con huevos que quisiera maíz. Adicionalmente, objetos grandes a menudo no son divisibles. Un vendedor de carretillas, ante el interés de un comprador con 12 sacos de maíz, podía no necesitar tanto de ese grano. Pero así mismo, el vendedor no tenía nada que aportar que no fuera la carretilla completa. Debido a estas dificultades, artículos ampliamente disponibles y divisibles, como abalorios o sal, fueron con frecuencia medios de intercambio: esto es, dinero. Las palabras salario y soldado (sale dare), por ejemplo, tienen su origen en la sal.

Monedas: Alrededor del año 2000 antes de Cristo (a.C.), el metal, que era atractivo y duradero, llegó a ser el medio de intercambio en el Oriente Medio. Para el siglo VII antes de Cristo, el bronce estaba siendo fundido en China, con forma de cuchillos y espadas en miniatura, y a los cuales se le asignaba un valor fijo. Los precursores de las monedas modernas aparecieron el Lidia, en lo que es ahora Turquía oriental, entre el 690 y el 650 a.C. Eran unas rústicas pepitas fundidas de electrum, una aleación natural de oro y plata que se hallaba localmente. Su valor dependía de su peso.

Papel moneda (billetes): El uso del papel moneda se cree empezó en China entre los siglos VII y IX a.C. para rebasar escasez de monedas. En Europa, en tiempos medievales, notas de crédito –equivalentes a notas bancarias- se intercambiaban entre los comerciantes que se conocían y confiaban mutuamente. Más adelante, una práctica creció en la cual los orfebres dieron recibos por el oro dejado a su cargo, y estos recibos era intercambiados como dinero. Durante los siglos XVIII y XIX, los primeros bancos privados, entonces bancos centrales, asumieron ese rol. Ellos emitían notas bancarias, cada una de las cuales eran –pagaré-. Esta palabra, o “nota”, todavía aparece en muchos billetes –papel moneda-. Hasta los años 30 del siglo pasado, cuando muchos países, incluido los Estados Unidos, salieron de un estricto patrón oro, los tenedores de las notas bancarias eran facultados, al menos en teoría, a reclamar de su banco emisor que las notas fueran saldadas en oro. Desde entonces, sin embargo, los billetes han recobrado la condición de lentejuelas primitivas –un medio de intercambio que tiene valor solo porque se confía en él-.

Cheques y tarjetas de crédito: Tanto los cheques como las tarjetas de crédito son esencialmente “pagarés”, respaldado por la persona que firma el cheque, o, garantizado dentro de ciertos límites, por un banco o compañía de tarjetas de crédito. Y al presente, prácticamente en todo el mundo, el cómputo electrónico ha reemplazado a los billetes y monedas en muchas de sus operaciones. Las transacciones se llevan a cabo enteramente en la pantalla de una computadora, sin un rastro de metal o de papel.

Dinero: El dinero en sí mismo no es riqueza, sino su representación. Es un medio por el cual la gente puede intercambiar bienes y servicios que sí tienen un valor. El dinero es un pedazo de confianza que se pasa de mano en mano y que puede fácilmente ser acumulado sin caducar. Tiene valía siempre y cuando la confianza perdure, conservando su común aprecio en el tiempo, constituyendo un medio de acumular valor de uso y canjear riqueza al portador.

Para que sea confiable, se supone que el dinero debe existir en oferta limitada. Si hay demasiado, la gente le confía menos. Entonces quiere más y más dinero a cambio de bienes y servicios. Puede convertirse en prácticamente inservible, como en tiempos de inflación crónica. Si hay muy poco dinero, la gente no puede expandir sus actividades porque no pueden encontrar el crédito en forma de préstamos para mantenerse operando mientras desarrollan sus negocios. Esto puede conducir a depresión económica, o recesión, lo cual significa pocas inversiones, insuficiente dinero en los bolsillos de la gente para crear demanda por bienes y servicios, y no suficientes empleos.

Inflación: La inflación es un desequilibrio económico caracterizado por un alza general, duradera, acumulativa, y más o menos fuerte de los precios. Clásicamente la causan, entre otros factores tal como el “señoreaje”, un exceso de demanda de bienes y servicios, como también mayores costos de producción. El desequilibrio de un solo sector de la economía, como sucede con los actuales precios del petróleo y las materias primas, provoca un alza de precios de los bienes y servicios y esta elevación de precios se propaga inmediatamente al resto de la economía. La inflación en un país produce la erosión de la moneda nacional, reduciendo su poder adquisitivo. La inflación, ciertamente, produce ventajas para todos los agentes económicos que tienen deudas en moneda nacional porque pueden devolverlas en una moneda depreciada, pero perjudica en contrapartida, a todos los agentes acreedores, empobreciéndolos. En concreto, las empresas tienen tendencia a obtener en períodos inflacionarios márgenes de beneficios reales (es decir, corregidos por las variaciones de los precios) muy débiles. Los ahorristas, por lo mismo, se empobrecen en períodos inflacionarios. Tienen tendencia a reducir sus ahorros, lo que tiene como efecto encarecer el crédito, ya que las instituciones financieras que reciben los ahorros elevan los tipos de interés con la esperanza de atraer más ahorristas.

La inflación tiene, sobre todo, el efecto de enmascarar la realidad de las cosas. Nadie –salvo los ahorristas y empresarios- tiene la impresión de perder algo en un período inflacionario moderado. Todos comparten la idea de que sus ingresos están indexados sobre el alza de precios y están persuadidos de que sus deudas quedan aliviadas por la erosión monetaria. De hecho, la inflación engendra un empobrecimiento real del conjunto de los agentes económicos. Casi todo el mundo cree ganar algo –o al menos cree no perder-, pero a mediano plazo todo el mundo se empobrece.

Señoreaje: Entonces tenemos que la inflación beneficia a los deudores en moneda nacional. Y los gobiernos se endeudan también en moneda nacional. De hecho, en el caso dominicano, tienden a ser individualmente los mayores deudores en pesos. Pero antes de ahondar sobre el “señoreaje”, sus propósitos y consecuencias, ¿qué es?... El término se refiere a los señores feudales que se beneficiaban del arbitrio de acuñar moneda, generalmente en metales preciosos, como el oro o la plata. Cuando el feudo se endeudaba, diestramente limaban las monedas ya en circulación, obteniendo así –de ellas- oro y plata, para acuñar otras monedas suplementarias con las cuales pagaban sus deudas. Por esta razón vemos monedas del período feudal seccionadas en los bordes. De aquí la expresión “señoreaje” a este tributo de origen feudal.

En el presente, no es otra cosa que la capacidad de los gobiernos de imprimir dinero fresco para obtener bienes y servicios a cambio de esos nuevos trozos de papel –inorgánicos-. O sea, es el total de bienes y servicios, o renta, que los gobiernos adquieren imprimiendo dinero en un período determinado, por lo cual es, efectivamente, un tributo impuesto por los gobiernos a los agentes económicos privados. También se le denomina “impuesto inflación” o monetización de deuda. En la verborrea de los economistas, el impuesto inflación –o señoreaje- es igual a la tasa de inflación multiplicada por el saldo real de dinero en manos de los agentes económicos privados, como usted. La reducción del valor real de su saldo monetario causada por este tipo de inflación es el impuesto inflación, que es la cantidad de recursos reales que los gobiernos le detraen al imprimir dinero nuevo y con ello generar inflación.

Y, ¿en qué beneficia esto a los gobiernos?. Comprendamos... El gobierno quiere adquirir nuevos equipos y maquinarias por 10,000 millones de pesos para apoyar programas agroindustriales de largo alcance orientados a fortalecer las exportaciones del país, pero no tiene capacidad para gravar (con nuevos impuestos). Entonces tiene opciones como pedir prestado del público (v.g. certificados del Banco Central) que es más deuda, o imprimir los 10,000 millones para comprar los equipos.

En realidad, los gobiernos que quieren financiar sus déficits a través del señoreaje no imprimen simplemente nuevo dinero, sino que utilizan un procedimiento indirecto. En primer lugar, Hacienda autoriza al gobierno a pedir prestado el importe equivalente al déficit presupuestario (los 10,000 millones, por ejemplo), imprimiéndose y vendiéndose la correspondiente cantidad en nuevos bonos gubernamentales. Sin embargo, los bonos no son vendidos al público, sino que Hacienda pide (o requiere) al Banco Central que los compre. El Banco Central los paga imprimiendo 10,000 millones de pesos en moneda nueva, dándoselos a Hacienda a cambio de sus bonos. Este nuevo dinero entra en circulación cuando el gobierno lo gasta (compra los equipos y maquinarias agroindustriales).

El gobierno recauda el impuesto inflación –señoreaje- imprimiendo moneda (o haciendo que el Banco Central la emita) y usándola para comprar bienes y servicios. Este impuesto inflación es pagado entonces por cualquier miembro del público que posea dinero, como usted, porque la inflación erosiona su poder adquisitivo. Por ejemplo, cuando la inflación es del 10% anual, una persona que mantenga dinero en efectivo pierde el 10% de su poder adquisitivo y, por tanto, ciertamente paga un impuesto del 10% sobre su reserva real de dinero. Los gobiernos a su vez captan recursos a través de otros impuestos y tributos; directos –como las placas vehiculares-, indirectos –como el Itbis-, aranceles a las importaciones, etc. y abonan a la deuda pública, ya devaluada por la inflación concebida por el señoreaje.

El señoreaje es literalmente “pan para hoy y mucha hambre para pasado mañana”. Con el paso del tiempo, el nivel de vida de los ciudadanos se va deteriorando, incluyendo salud pública, alimentación (malnutrición), seguridad ciudadana y educación (analfabetismo funcional), como ya lo padecemos en República Dominicana. Es el efecto perverso de una política monetaria irresponsable y manipuladora.