Justicia utopiana.

"Quien acude a la intriga y al soborno para conseguir una magistratura, pierde toda esperanza de obtenerla para el resto de su vida. La convivencia social es amable. Ningún magistrado, por ejemplo, es insolente o terrible. Se les llama padres y demuestran serlo. Reciben muestras de deferencia y honor de una forma espontánea y libre. Nadie es obligado a rendir tales honores si no quiere. Ni el mismo príncipe se distingue de la masa por el vestido o la diadema sino por un manojo de espigas que lleva consigo. De la misma manera, el distintivo del pontífice es un cirio que le precede.
Tienen muy pocas leyes, pero, para un pueblo tan bien organizado, son suficientes muy pocas. Lo que censuran precisamente en los demás pueblos es que no les basta la infinita cantidad de volúmenes de leyes y de intèrpretes. Consideran inicuo obligar a hombres por leyes tan numerosas para que puedan leerlas o tan oscuras para que pueden entenderlas.
En consecuencia, quedan excluídos todos los abogados en Utopía, esos picapleitos de profesión, que llevan con habilidad las causas e interpretan sutilmente las leyes. Piensan, en efecto, que cada uno debe llevar su causa al juez y que ha de exponerle lo que contaría a su abogado.
De esta manera, habrá menos complicaciones y aparecerá la verdad más claramente, ya que el que la expone no ha aprendido de su abogado el arte de camuflarla. Mientras tanto, el juez sopesará competentemente el asunto y dará la razón al pueblo sencillo frente a las calumnias de los pendendencieros. Tales prácticas serían difíciles de observar en otros países, dado el cúmulo inverosímil de leyes tan complicadas. Por lo demás, todos allí son expertos en leyes, pues, como dije más arriba, las leyes son escasas, y además, cuanto más sencilla y llana es su interpretación, mas justa se considera. Piensa , en efecto, que la finalidad de la promulgación de una ley es que todos conozcan su deber. Ahora bien, ¿no serán pocos los que conozcan su deber, si la interpretación de la ley es demasiado sutil.? Raras son, en efecto, las personas que pueden captar su sentido. Por el contrario, si el sentido es el más llano y el más común, ¿no estará clara la ley para todos? ¿Qué le importa, si una vez promulgadas, las leyes son tan embrolladas que para negar su verdadero sentido hace falta un talento superior y una larga discusión? El juicio del vulgo no penetra en tales honduras. Ni basta para ello una vida ocupada en ganar el pan de cada día.

Precisamente, la admiración de estas cualidades hace que algunos países vecinos, libres y soberanos, les pidan magistrados para uno o para cinco años. (es de saber, que muchos de estos pueblos fueron liberados de la tiranía hace ya mucho tiempo por los utopianos.) Cuando termina su mandato los devuelven cubiertos de honores y de gloria, y se llevan a su patria otros nuevos. Y hay que reconocer que los pueblos que así obran, cuidan de manera extraordinaria del bienestar de su Estado. ¿No depende acaso su salvación o su ruina de la honestidad de los magistrados? ¿pueden hacer tales pueblos algo mejor que elegir a unos hombres que no se venderían por dinero alguno? El dinero sería inútil a hombres que deben volver a su patria en breve plazo. ¿Puede doblegar también a estos hombres la aversión o la inclinación hacia alguien siendo como son desconocidos de los ciudadanos?

Cuando estos dos males, la parcialidad y la avaricia, se apoderan de los tribunales, desintegran al instante toda justicia..."



De "De óptimo reip. statu, deque nova ínsula Utopia. Libelus vere aureus , nec minus salutaris cuam festivus, claríssimi disertissimique viri Thomae Mori. Inclytae civitatis londinnensis ciuis et vicecomitis apud inclytam basileam, Mense novembri.M.D. XVIII".



(De "La mejor forma de comunidad política y la nueva isla de Utopía. Librito de oro, tan saludable como festivo, compuesto por el muy ilustre e ingenioso Tomás Moro. Ciudadano y sheriff de la muy nobre ciudad de Londres."



¿Qué hace que sintamos inclinación o aversión hacia alguien que no es totalmente desconocido? Pueden ser dos o tres cosas, que nos dejemos llevar por la imaginación, que nos dejemos llevar por influencias ajenas a nuestro criterio, o que tratemos de hacernos una opinión lo más objetiva posible y sobre todo propia, en base a la poca o mucha información de que dispongamos. Las dos primeras posiblidades son, desde mi punto de vista, aunque muy frecuentadas, detestables, y deben ser sustituídas por el digno "mejor no opino". La tercera, puede servir de premisa para llegar a esta conclusión también: "mejor no opino, de lo que no sé suficiente", pero al menos tranquiliza, como tranquiliza llegar a saber que "solo se que no se nada" después de haber estudiado mucho.


¿Qué sé yo de Garzón?, me pregunto. Que es un señor juez, que unas veces baja y otras sube, las escaleras de la Audiencia, por lo que veo en la TV. (y espero que sepa si las sube o las baja, no cómo otros), que va envejeciendo, engordando y caneando el cabello, como todo hijo de vecino. Que le da unos besitos a una señora que le espera muy a menudo. Que lleva unos asuntos de muy alta catanga, que parecen muy dignos de ser juzgados por la peligrosidad de los delitos que se cometen en ellos, a veces de narcotraficantes, otras de terroristas, otras de corruptos muy corruptos, otras de causas para otros "incausables". Que, algunos de estos asuntos atañen, no sólo al pueblo español, sino también a otros pueblos, y han merecido el agradecimiento de los ciudadanos de estos países. Que además se ha tomado un año sabático y se ha ido a dar unas conferencias a EE.UU, al parecer, por lo que se dice, patrocinadas o subvencionadas. También se dice, por lo que sé, que no siempre instruye bien y que tiene mucho afán de protagonismo. Que duerme muy poco, dos o tres horas, y trabaja mucho. Esto es todo lo que sé de Garzón. Y si no hubiera tanto embrollamiento de leyes y tantos leguleyos embrollándolas más, no creo que hubiera motivo alguno para que se encuentre en la situación que se encuentra, que me parece una auténtica bufonada propia del país del esperpento. Conclusión: por los datos que tengo de este señor más bien siento inclinación que aversión, pero mejor no opino de lo que no sé suficiente. Aunque espero que siga, porque esdedesear.