Hablar de lo que se ama

Qué tontería hablar de lo que se ama! ¿Qué se puede ganar? El placer de conmoverse uno mismo un instante por el reflejo de la emoción de los otros. Pero un tonto, picado por vernos hablar solos, puede inventar una chanza que enturbie nuestros recuerdos. De ahí, tal vez, este pudor de la verdadera pasión que las almas comunes olvidan imitar cuando representan la pasión."
(...)
"No es un gran mérito haber estado seis veces en Roma. Me atrevo a mencionar este pequeño detalle porque tal vez me valga un poco de confianza de parte del lector.
El autor de este itinerario tiene una gran desventaja; le parece que nada o casi nada merece ser comentado con seriedad. El siglo XIX piensa todo lo contrario y tiene sus razones. Requiriendo las opiniones de una serie de buenas personas que no han tenido el tiempo de formarse una opinión, pone a todo hablante en la necesidad de adoptar un aire grave que se impone al vulgo y que los prudentes perdonan, dada la necesidad de los tiempos."
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"Roma, 17 de agosto de 1827. ¡Cuántas mañanas felices he pasado en el Coliseo, perdido en algún rincón de esas ruinas inmensas.! Desde los pisos superiores se ve abajo, en la arena, los galeotes del Papa trabajar y cantar. El ruido de sus cadenas se mezcla con el canto de los pájaros, tranquilos habitantes del Coliseo. Levantan el vuelo a centenares cuando uno se acerca a las malezas que cubren los asientos más altos donde se situaba antes el pueblo rey. El gorjeo apacible de los pájaros, que resuena débilmente en ese vasto edificio y, de vez en cuando, el profundo silencio que le sucede, ayudan sin duda a que la imaginación vuele hacia los tiempos antiguos. Se alcanzan los goces más intensos que la memoria pueda procurar.
Esta ensoñación, que yo alabo al lector y que tal vez le parezca ridícula,
"C'est le sombre plaisir d'un coeur mélancolique.
(Es el placer sombrío de un corazón melancólico)
La Fontaine
Es imposible para la primera juventud, tan loca de esperanzas. Si, más feliz que los estudiantes de finales del siglo pasado, el lector no ha aprendido penosamente el latín en su primera infancia, su alma estará tal vez menos preocupada por los romanos y lo que hicieron sobre la Tierra. Para nosotros, que hemos traducido durante años fragmentos de Tito Livio y de Floro, su recuerdo precede a toda experiencia; Floro y Tito Livio nos han narrado batallas célebres ¡y qué idea no se hace uno de una batalla a los ocho años! Entonces la imaginación es fantástica y las imágenes que dibuja inmensas. Ninguna experiencia fría puede rebajar sus contornos.
Después de las imaginaciones de la primera infancia, no he hallado sensación análoga, por su inmensidad y su tenacidad, que triunfe sobre todos los otros recuerdos más que en los poemas de lord Byron. Como se lo decía un día en Venecia, citando el Giaour, él me respondió: Por eso ve allí líneas de puntos. En el momento en que la experiencia de los tiempos razonables de la vida puede atacar una de mis imágenes, la abandono, no quiero que el lector encuentre en mí las mismas sensaciones que en la Bolsa...
...Esta ensoñación de Roma, que nos parece tan dulce y nos hace olvidar todos los intereses de la vida activa, la encontramos igualmente en el Coliseo o en San Pedro, según las diposición de nuestros espíritus. Para mi, cuando estoy sumergido en estas ensoñaciones, hay días en los que si me anunciaran que soy el rey de la Tierra, no me dignaría levantarme para ir a gozar del trono; lo postergaría para otro momento."
De "Paseos por Roma.I". Por Stendhal.

Estas palabras entusiastas y llenas de humildad del viajero Stendhal se encuentran en las primeras páginas del libro que os quiero comentar. Ya dije en alguna ocasión que la mayor dificultad para escribir la encuentro yo, dejando a un lado la escasa calidad de mi prosa o la baja cantidad de mis ocurrencias, en hacerlo llevando a cabo un proceso de "memoria y olvido", (expresión atribuible a Borges, me parece pero no lo sé con certeza). Cualquier sensación, reflexión o racionalización que lleve a cabo siempre ha sido plasmada anteriormente por alguien admirable admirablemente, valga la refinfoncia, lo que conlleva simultáneamente el placer de ver bellamente autorizadas tus deducciones y por otra parte una nueva confirmación de que podrías estar muy bien calladita porque ninguna falta hacen tus escuálidas aportaciones a este mundo apasionante, en el que el mayor de los placeres se alcanza siendo lector mucho antes que escritor.
La aplastante sentencia que contiene el primer fragmento es la imagen prístina de un meláncolico sentimiento que me embarga cada vez que me enfrento a la "página en blanco", porque ese es el único motivo por el que empecé este blog y el único que me mantiene: el placer de hablar de lo que se ama y la confrontación constante con ese mismo interrogante que se plantea Stendhal.

No hay una forma más bella de planificar un viaje, a mi entender, que pasar un tiempo disfrutando de la narración de alguien que generosamente haya puesto a nuestra disposición sus apreciaciones, emociones, opiniones, sensibilidad y sabiduría, que en este caso se unen a la amena conversación, que es el estilo que el grandísimo escritor imprime a su guía. Esa es la enorme recompensa de la literatura, en cualquiera de sus manifestaciones, que aún cuando "nada o casi nada merece ser comentado con seriedad" se reviste del inmenso poder de preservar para nosotros y en nosotros un estadio de nuestra vida en el que se fraguó toda esperanza de la felicidad posible: la infancia, "después de las imaginaciones de la primera infancia no he hallado sensación análoga, por su inmensidad y su tenacidad, que triunfe sobre los otros recuerdos..." para Stendhal lo hacían los poemas de Lord Byron, para nosotros puede ser su "El Rojo y el Negro", "La Cartuja de Parma", etc. o estos deliciosos, e impresionantes a la vez por la cantidad de minuciosa información en todos los aspectos, artísticos sobre todo pero también domésticos, anecdóticos y personales, recuerdos de sus Paseos por Roma. Porque esdedesear.