¿Prohibido prohibir...la prostitución?

"Claro, si se empeña uno en calificar de prostitución a la actividad de una mujer que, según es corriente, no entrega toda su persona a cambio de dinero, sino sólo su cuerpo, entonces hay que decir que Leona ejercía la prostitución cuando se terciaba. Pero si se conoce durante nueve largos años, como ella desde los dieciseis, la ridiculez del dinero que se paga en esos antros de baja rale, y se tienen presente los precios de los artículos de tocador y de la ropa, las retenciones de sueldo, la avaricia y el despotismo de los dueños, los descuentos de comida y bebida que hacen algunos clientes despabilados, y la cuenta de la habitación del hotel vecino; si se piensa que diariamente hay que combatir con todo esto, defender la propia causa y saldar cuentas, resulta que aquello, que al profano parece divertido libertinaje, es una profesión llena de lógica y objetividad, con un código registrado. La prostitución es precisamente una cuestión que cambia mucho según se la mire de arriba o abajo."
De "El hombre sin atributos" Por Robert Musil.

Yo no sé vosotros pero yo alucino. Hace cuarenta años de las reivindicaciones del famoso mayo francés, una de ellas era "Interdit d'interdire", el "prohibido prohibir". Es de suponer que aquellos jóvenes que éramos se correponden con estos viejunos que somos. Y¿en qué nos hemos convertido?. Es de suponer también, que unos de nosotros somos ciudadanos de a pie, y otros de nosotros somos dirigentes electos, de cualquier institución, la que sea, directiva, legislativa o ejecutiva. Pero todos venimos de allí, en una u otra forma, todos deseábamos que hubiera la menor dosis de prohibiciones posibles. Dada la supuesta madurez del pueblo, prohibir sería lo menos necesario. Éramos partidarios de todo y ahora resulta que todo nos molesta. ¡Ufff!

Yo no sé vosotros, pero yo oigo un clamor. ¡A la prohibición con premura! !Viva Premura!. Estos ciudadanos de a pie que somos clamamos a esos otros ciudadanos electos que nos dirigen ¡Que prohiban! Que prohiban a los emigrantes entrar en "mi" cotarro, que prohiban a los emigrantes que entren en "mi" cotarro que me roben "mis" posesiones, que prohiban a los jóvenes hacer botellón debajo de mi casa, que prohiban a las chicas abortar, que prohiban conducir si bebes, te drogas o tomas psicofármacos, que prohiban a la gota fría que pase por mi barrio, que prohiban a los maridos que se acerquen a sus mujeres, sobre todo si es para matarlas, que prohiban, que prohiban, que prohiban, y que no salgan de la carcel. !Que se aumenten las penas! !Que se rebaje la edad penal! No estamos lejos de pedir la pena de muerte. Tiempo al tiempo. Para éste, para ese y para aquel. Que prohiban todo lo que moleste. Que prohiban la prostitución, que es de muy mal gusto.

Ya sé que nos deshacemos en justificaciones, me da igual. Lo que importa es que cuando pedíamos " prohibido prohibir" estábamos dispuestos a ser solidarios con los que no tenían y a responsabilizarnos de que nadie tuviera que sufrir el desarraigo de la emigración, porque no queríamos imitar a nuestros padres adorando el becerro de oro del capitalismo , porque vivir una sexualidad sin represión no iba a desembocar en el drama de miles de mujeres abortando, porque beber y conducir no iba a convertirse en la única atractiva diversión de nuestros hijos fruto de "paz y amor", porque el amor libre nunca devendría en amor posesivo y sobre todo no sería necesaria la prostitución...

No se pueden poner puertas al campo, lo que hay que hacer es ararlo. Y no lo estamos haciendo. Esdedesear.

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Castígase con pena de muerte a los que deliberan sobre los negocios públicos fuera del Consejo o de los comicios. Dicen ellos que ha sido hecha esta ley para impedir que el Príncipe y los traniboros puedan conspirar fácilmente juntos para oprimir al pueblo con la tiranía y cambiar el régimen. Así que los asuntos de gran peso e importancia se llevan a la Asamblea de los sifograntes , los cuales, luego de consultar con sus familias, deliberan entre sí y exponen sus pareceres al Consejo. A veces llevan algunos asuntos al Consejo General de la isla. Además, respeta el Consejo la costumbre de no deliberar sobre negocio alguno el mismo día que es propuesto por primera vez, por lo que se aplaza la deliberación hasta la sesión siguiente. Así nadie osa decir inconsideradamente las palabras que tiene en la punta de la lengua, por no haber luego de meditar para hallar razones con que defenderlas y mantenerlas, pues hay hombres que por una mal entendida vergüenza antes harían daño a la República que confesarían sus yerros. En bien de la República, no hay que hablar ligeramente, sino pensar mucho antes lo que se va a decir.

De" Utopía". Por Tomás Moro.