La humildad vigilante


"El único remedio que existe contra la amorfa manía de saber muchas cosas, de divagar en esta o aquella dirección, de abandonar un tema cuando apenas se lo ha rozado, cuando apenas se lo ha captado, el único remedio contra esta curiosidad que, ciertamente, es algo más que mera curiosidad, pues no tiene ningún propósito ni lleva a ninguna parte, el único remedio contra este andar dando saltos y respingos hacia todos lados, consiste en esto: en tratar con alguien que posea el don de moverse dentro de todo lo que es posible saber sin abandonarlo hasta no haberlo medido en todas sus dimensiones, de moverse dentro pero sin diluirlo. Nada de lo que Sonne dijera quedaba suprimido o liquidado por él. Siempre era más interesante que antes, estaba articulado e iluminado. Allí donde antes solo había interrogantes, puntos oscuros, Sonne concentraba en un solo campo otros muchos campos. Con la misma precisión con que podía describir una rama del saber podía describir tambien a un hombre destacado de la vida pública. Evitaba hablar de gente a la que ambos conociésemos personalmente, y de este modo quedaba excluido de su exposición todo aquello que convierte una conversación en un mero chismorreo. Por lo demás utilizaba los mismos métodos para hablar de las personas que para hablar de las cosas. Tal vez lo que más me recordaba a Musil era esto: su concepción de los seres humanos como campos del saber dotados de una peculiaridad propia. La insipidez de una teoría única, aplicable a todos los seres humanos, le resultaba tan ajena que ni siquiera mencionaba una teoría así. Cada persona era algo especial, no solo algo aislado. Sonne odiaba lo que unos hombres hacían contra otros hombres, jamás ha habido un espíritu menos bárbaro que él. Aunque tuviera que poner de manifiesto las cosas que odiaba, sus palabras nunca sonaban a odio; lo que el ponía al descubierto era una carencia de sentido, y nada más.
Resulta sobremanera difícil hacer comprensible hasta qué punto evitaba Sonne cualquier referencia personal. Uno podía haber pasado con él dos horas, durante las cuales había aprendido inumerables cosas, y de tal modo además que a uno le sorprendía siempre aquello que escuchaba. ¿Como, en presencia de una superioridad intocable como aquella, hubiera uno podido colocarse a sí mismo por encima de los demás? Ciertamente la palabra humildad no es la que él hubiera empleado, pero cuando uno lo dejaba, lo hacía en una disposición de ánimo que no puede ser calificada más que con esa palabra; era, sin embargo, una humildad vigilante, no la humildad de los borregos."

"No me causó sorpresa que un charlatán al que yo siempre había evitado se sentase en una ocasión a mi mesa y me preguntase, sin ningún preámbulo, si yo conocía al doctor Sonne. Rápidamente contesté que no ; no fue posible, sin embargo logar que se callase, pues estaba conturbado por algo que no le daba sosiego y que no comprendía; una fortuna donada. Este doctor Sonne, dijo, era el nieto de una persona muy rica de Prsemysl y había donado, para fines benéficos, toda su fortuna, que había heredado de su abuelo. El no era el único que no estaba en sus cabales, añadió. Tampoco lo estaba Ludwig Wittgenstein, un fílósofo, hermano del pianista Paul Wittgenstein, el que no tenía más que un brazo; el tal Ludwig había hecho lo mismo que el doctor Sonne..."
De "Historia de una vida. El juego de ojos. Hallazgo del hombre bueno." Por Elias Canetti.
A la dicha de este verano en Filiel ha contribuído enormemente los ratos que pasé acompañada por la lectura de la autobiografía de Canetti, que me mantuvo fascinada desde el principio. Os he escrito cartas desde alli, pero Filiel se configura en otra dimensión espacial y temporal y yo he regresado antes. Esto me está produciendo algunos desajustes, habrá que tomar de nuevo las posiciones abandonadas aunque ya no estén en el lugar en el que las había dejado. Por suerte la linea del horizonte siempre sigue avanzando. No podemos bañarnos dos veces en el mismo río.. ni el río ni nosotros somos los mismos, dice Heráclito, pero hay algo que permanece: el deseo de bañarnos. Esdedesear.