La redecilla de Wittgenstein

Lo inexpresable, ciertamente existe. Se muestra, es lo místico.
Tractatus 6.522, por Wittgenstein

Tengo pendiente seguir todavía hablando un poco o un mucho, quien sabe, sobre conducirnos "razonablemente" si es que merece la pena que por nuestras venas continue un flujo impregnado de humanismo. Pero ahora, quizás porque mis vacaciones navideñas aún no han terminado quiero hablar un poco de sentimientos y de intuiciones. Esas instancias cognoscitivas que Wittgenstein situaba en un espacio postrero al proceso lógico, y un producto terminal de la misma lógica. Esto mismo que acabo de decir fue un re-descubrimiento que hice gracias a él, como tantos y tan poderosos. Y digo redescubrimiento porque la propia expresión se me presentó como una tautología, la del sentimiento y la intuición sentidos e intuidos (eso sí, alcanzando su auténtica significación después de un proceso lógico de años). Guauu.. quiero hablar del Wittgenstein místico, y me hice "perdidiza" como diría San Juan de la Cruz.

Como sabeis, Wittgenstein es uno de los dos filósofos con Heidegger que más influencia han tenido en el pensamiento filosófico occidental contemporaneo y como no podía ser menos uno de los más importantes para mi. De él, como dicen del cerdo (y brindo la metáfora por si hay alguien que no le guste, así ya le queda hecha), me gusta todo. Desde el anecdotario de su propia vida personal que incluye nacimiento de cuna y renuncia a la herencia de su gran fortuna, su opción de vivir en una cabaña en los fiordos noruegos, sus idas y venidas vocacionales de doctorando brillante en Cambridge a maestro de escuela rural en Austria y "vuelta la burra al trigo", su alistamiento voluntario en la guerra o su negación a ser tratado de un cancer terminal, hasta el de su vida intelectual con su rechazo del "intelectualismo" de los intelectuales, de publicar nada , de impartir conferencia alguna. Como él, soy fiel devota y seguidora de Schopenhauer, de James y de Tolstoi, y, por imitarle le he copiado hasta la bolsa de redecilla en la que llevaba a sus habitaciones de Cambridge la cesta de la compra, desbordándose por los agujeros las lechugas y los apios.

Quiero seguir hablando aún un poco más de Wittgenstein, pero hoy recuerdo solo una cosa más. Para Wittgenstein más importante que la filosofía, sobre todo de la profesional, era el talante moral: la coherencia, la rectitud de ánimo , el orden y el dominio de las experiencias. El espacio de lo ético y de lo estético, el terreno místico de la posible felicidad. Esdedesear