El feliz discurso de Obama

"En una sociedad confusa estás obligado a devenir autónomo"

Palabras de Gianni Vattimo en "No ser Dios. Una biografía a cuatro manos". Por Paterlini, Emilia, Aliberti, Váttimo.

Quiero escribir esto cuando todavía sigo enardecida por el contenido del discurso de Obama. Me gustó todo, cada una de las palabras. Y me siento afortunada por haber vivido este acontecimiento. Por eso, porque mi estado de ánimo, sin ser eufórico, no permite en este momento la deseada moderación (en arte es difícil decir algo que sea tan bueno como no decir nada, Wittgenstein de nuevo) quizás sea el momento de hacer una "evacuación sentimental" que en otro momento no me permitiría.

Y no voy a decir cosas como "no quiero hacer un análisis político", "no fue políticamente correcto", "podrá complir sus promesas?" en fin, un largo etcétera de mensajes vacíos a los que estamos acostumbrados, cansinos y atorrantes postmodernismos que, "como todo lo demás" se queda siempre en la periferia de cualquier cosa, consiguiendo mediocrizar y achatar su auténtico valor. Al contrario, si he destacar algo de ese gran día, para mi, que fue ayer, es que, a pesar del acontecimiento histórico que suponía, o quizas por eso, era una fiesta de emociones contenidas (el primero Obama). Una celebración que no derivaba de un complejo sino de las convicciones tranquilas, de la autoridad de los principios universales, del hacer y decir lo que hay que hacer y lo que hay que decir. Festejar que alguien lo haya dicho y lo haya hecho, por fin.

Como dice Váttimo, en alusión al ultrahombre de Nietzsche, estamos y estuvimos durante muchos años en una sociedad confusa, donde muchos de nosotros nos hemos sentido obligados a ser autónomos si queríamos mantenernos en un "juego de lenguaje" de una comunidad de valores que tenía poco que ver con lo que se preconizaba como moderno y progresista.

Creímos en cosas que se consideraban rancias si querías introducirlas en cualquier contexto: "el sentido común", los valores del amor, la bondad, el respeto, la responsabilidad, la honradez, la belleza, la ideología, la coherencia, la constancia, la disciplina, el pudor, ... Pero como eran irrenunciables nos fuimos manteniendo de guardia con "su poquito" de amargura y bastante dificultad. Porque aunque no nos gustaba el sistema no dejamos de participar en él, nos divorciamos pero defendimos los valores familiares, fuimos ateos pero respetamos la religión, conservamos las tradiciones al tiempo que acogíamos las nuevas tendencias.

Para todos estos valores no hay medias tintas, son anhelos cuya satisfacción puede ser a medias pero no el intento, no la resolución de llevarlos a cabo. No vale un poco de amor, eso es desamor. Lo que no es bondad se recibe como maldad, lo que no es respeto es falta de respeto, lo que no es bello es feo, lo que no tiene ideología es indiferente y vacío, lo que no es coherente no vale para nada, sin más, lo que es incostante no va a ninguna parte, la falta de disciplina no permite disfrutar, sin pudor somos indefensos, etc. Todo esto junto, llevado a cabo por muchos y convertido en ideología de un sistema en el que "todo vale" no solamente es malo, es desolador. La libertad no tiene otra cara de la moneda, si acaso la de la soledad, pero ésta no dura siempre, algún día como el de ayer te das cuenta de que nunca has estado sola.

Me despido con las mismas palabras que empecé este blog, "Bienvenida a Obama", las de mi primera entrada, y volviendo a leer el poema de Walt Whitman que entonces publiqué: Me celebro y me canto a mi mismo/ y lo que digo ahora de mi, lo digo de ti/porque lo que yo tengo lo tienes tu,/ y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.../